La cocina sigue siendo igual de grande, pero no es lo mismo cocinar para 3 o 4 personas que hacer la comida sólo para ti. A mí no me da ninguna pereza limpiar boquerones, o pasarle la lija a los mejillones, pero es una sensación extraña saber que la ración no se equipara con lo que tú te vas a comer.
Si te fijas, los supermercados están ideados para el consumo familiar. Ahora han puesto esa sección de precocinados para vagos, o gente que no tiene tiempo en el que te puedes arreglar, pero si lo que te gusta es cocinar, es complicado encontrar un punto en el que no tengas que tirar de tuppers y bolsas de congelado. Pero ¿qué pasa si te gustan los helados? ¿o si te gusta tener hielo para tu «vermucico» del domingo?
Pues eso, en el mundo cooking, el individualismo no se contempla. Hay excepciones cómo que pierdas la vergüenza y te atengas a motes como «el de la docena» cuando vas a la pescadería, y la chic se solidariza y te corta uno o dos pedazos de salmón (o atún), o te mete 10/12 boquerones para que te los comas tú. Y lo mismo en la carnicería, si no te apetece congelar mil filetes.
Si no quieres sufrir la hiperfragia de la reinita estriada y pretendes mantener el tipo, debes ser organizado, no tener vergüenza y asumir que eres minoría absoluta en el mundo de los carros de la compra.
Cocinar es un placer que no te deben arrebatar. Pero por si alguien quiere tomar ejemplo, que aprendan de las fruterías, dónde no hay ningún problema al comprar 3 patatas, 1 cebolla, 2 zanahorias o las unidades de cada fruta que te apetezca.
Mi salud lo agradece. Pero mi parte gourmet está un poco hasta las pelotas de comer cosas descongeladas. Con lo bueno que están las cosas recién hechas…
De comer fuera, ya… ni hablamos.
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