Hoy es el día mundial de la juventud. Si habéis visto, o escuchado, un informativo, habréis intuido cuál es la realidad de la lozanía española: la vivienda inaccesible (el 72% de media de un sueldo para un alquiler digamos «digno»), el trabajo precario, la imposibilidad de crear un proyecto de vida o los problemas de salud mental que la falta de independencia (en todos los sentidos) genera.
Lejos de ser redundante, y asumiendo que las dificultades son comunes a muchos jóvenes, la pregunta que surge es – ¿y qué hacen para solucionarlo? -.
Hoy es un día más, dentro de esa precariedad cada vez más universal, pero la paulatina asimilación de la inacción, y haber ido dejando de creer en la política, en la movilización, en la lucha de clases, en la ideología, en la colectividad… y en el mundo, nos presenta un panorama en el que tu padre y tu abuelo se manifiestan por que no se gentrifique el sitio dónde tú deberías vivir. Ellos renuncian a una parte de sus pensiones, y sus espacios vitales, para que tú no compartas habitación, ellos salen el 01 de mayo, para que no se olvide lo que en otras épocas lucharon por conseguir.. pero el joven objetivo, no está en ninguna manifestación de nada.
Todo se limita a Twitter, a maquillar esa insuficiencia en fotos de la hora buena de tu semana, sonriendo en Instagram, o bailando en Tik Tok, pero se asume como normal que unos acumulen riqueza, mientras tú no tienes para comer, para dormir bajo un techo propio y digno, o para no desear que acabe el mes el día 20.
El día Mundial de la juventud ha sido una enumeración de problemas, pero nadie se ha molestado en añadir al reportaje una sola solución. Yo voy a dar una, entender el problema como una necesidad común. Porque en el hecho de enfocar el mal de manera colectiva, se encuentra el alivio general. Unas veces se exige una medida, otras se quema lo que haga falta, otras se genera un debate, otra se llama la atención, o se expropia, o se compensa. Pero la clave de todo, es moverse, revelarse contra lo que no te gusta y más si, como hoy, es tan evidente que no es normal esperar a los 30 para ver un ápice de luz.
Y os lo dice alguien, al que también engañaron con esa esperanza para ilusos de que el tiempo cambia las cosas. Eso no es verdad. Las cosas las cambias tú, juntándote con todos esos miles de personas que están igual que tú. No llorando, ni resignándose, ni asimilando lo que quieren que veas como algo normal. La dignidad es un derecho. Así que lucha por ella, antes de que conviertan tu energía en miedos. Entre otras cosas, porque te corresponde.
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