
Hoy no voy a subir una foto a Instagram. No porque me haya pasado algo terrible, sino porque no me apetece. Porque no tengo tiempo ni ganas de encajar mi vida en un encuadre perfecto, con el ángulo ideal y el filtro adecuado. Porque, en realidad, hoy no tengo nada que mostrar, y lo más importante: no tengo por qué hacerlo.
No voy a gastar tiempo en compararme con la parte idílica de la vida de un influencer. Tampoco voy a fingir que todo me va de puta madre mientras camino por la calle con cara de persona realizada y en plenitud. No me da la gana. Porque la realidad es que estoy hasta los cojones de que suban el precio de todo, de que me pidan que sonría como si eso fuera la solución a la inflación, de que me hablen de cruzadas por las que nadie se manifiesta, de que la vida social se haya convertido en un gasto más, una inversión obligada para no quedar fuera del circuito del bienestar impostado. Como si estar borracho fuera a cambiar algo.
Hoy, simplemente, no tengo energía para ir al gimnasio, ni para tomarme una cerveza. No tengo ganas de contar, ni quiero jugar a analista político con un facha que antes votaba a Ciudadanos. Hoy quiero comer bien, no bonito. Me da igual si mi plato no es «instagrameable» o si no tiene ese aire «healthy» que, realmente, no sé si alguien se come de verdad. El postureo culinario para quien se lo traga. Yo necesito sabor, pero no que el resto imagine a qué coño sabe mi plato, porque entre otras cosas, soy un fotógrafo pésimo, y para cuando el objetivo deja de estar empañado, el plato se me ha enfriado.
Porque sí, tengo derecho a no estar radiante, puedo pasear despeinado, no haberme duchado. Puedo vestirme normal, ir desgarbado, no estar motivado como si tuviera un coach soplándome paridas al oído. No quiero resultar inspirador, ni parecer agradecido, ni pararme a saludar a gente que he visto una vez en mi vida.
Y no necesito mindfulness, ni libros de autoayuda, ni podcast de flipados hablando de su vida, ni discursos sobre la resiliencia. Solo necesito poder decir, sin culpa ni justificación, que hoy no es mi día. Y que no pasa absolutamente nada por ello.
Deja una respuesta