
Desde 2012, cada 15 de abril se celebra el Día Mundial del Arte, una fecha para rendir homenaje a la creatividad, la imaginación, a las personas que lo ejercen, a los museos que lo contienen y a esa capacidad tan humana de transformar una emoción, una idea o una inquietud en formas, colores, sonidos o palabras. La propuesta fue impulsada por la Asociación Internacional de Artes Plásticas (AIAP) y oficializada por la UNESCO en 2019, eligiendo el día del nacimiento de Leonardo da Vinci como símbolo de ese espíritu renacentista que reúne ciencia, arte, poesía y técnica en un mismo trazo.
Pero más allá de efemérides, este día invita a mirar hacia dentro, a enfrentarnos al lienzo en blanco —real o metafórico— que todos tenemos delante. Porque hacer arte no es solo pintar, componer o esculpir. Es decidir si ese trazo que vamos a dejar será recto o curvado, grueso o fino. Es aprender a usar la imaginación como brújula y dejar que las manos, el cuerpo o la palabra se conviertan en vehículo de lo que sentimos o pensamos.
Helarte es morirte de frio… pero el acto de crear es, en sí, un pequeño salto al vacío. Escribir la primera línea, elegir el primer color, dejarse llevar sin saber si eso que estás haciendo terminará en algo bello, útil o simplemente liberador. El arte es incertidumbre, pero también es un refugio. Y en tiempos de confusión, de ruido o de exceso de lógica, hacer arte es una manera de respirar.
Es por eso que los museos tienen un valor incalculable porque son quienes custodian esa verdad escrita por genios que el resto del mundo interpreta. No son solo lugares que resguardan piezas de épocas y estilos diversos, sino que son espacios donde podemos ver cómo otras personas también se enfrentaron al vacío, cómo eligieron sus trazos, sus materiales, sus bocetos hasta interpretar el mundo y sus emociones hecho legado. Caminar por un museo es, en el fondo, conversar con el alma de la humanidad. Porque son ellos los testigos silenciosos del paso del tiempo y del pulso de las civilizaciones.
¿Por qué celebrarlo?
El arte despierta la sensibilidad, estimula la creatividad, fomenta la empatía y nos enseña a mirar con otros ojos. Numerosos estudios han demostrado que su práctica desde la infancia mejora la concentración, la autoestima y la capacidad para resolver problemas complejos. Pero también es una herramienta para imaginar futuros posibles, para reconstruir desde la emoción y para generar conexiones profundas entre personas de culturas diferentes.
El arte también nos habla de resistencia. Muchas veces ha sido el único vehículo para decir lo que no se podía decir. Ha sido denuncia, testimonio, consuelo, bandera y grieta por la que se cuela la esperanza.
¿Cómo celebrarlo?
El Día Mundial del Arte puede ser una gran oportunidad para visitar un museo, asistir a una exposición, ver una película, escuchar música en vivo o simplemente crear algo. Coge un lápiz, abre un cuaderno, empieza un dibujo. Aunque no sepas qué va a salir. Aunque no quede bien. Porque lo importante, en el arte y en la vida, es atreverse a empezar.
Porque el arte no está solo en los museos. Está en los garabatos de un niño, en los papeles que arrugaste cuando eras tú quien trataba de emular a Picasso o en esos grafitis que llenan de color las calles.
Procuro que sea un arte de día, o el día del arte. Y, si te atreves, deja hoy en el mundo, el mejor posible de tus trazos.
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