
El convenio del Tram de Elche ya está firmado. Hay foto, hay titular y hay dinero para estudios. Lo que no hay, una vez más, es calendario, compromiso presupuestario ni una hoja de ruta clara. El proyecto vuelve a quedarse en ese terreno tan conocido donde el Partido Popular se mueve con soltura: anunciar, encargar informes y aplazar indefinidamente la ejecución.
El acuerdo sirve únicamente para financiar dos estudios técnicos sobre trazado e impacto, encargados por el Ayuntamiento por algo más de 60.000 euros. La Generalitat aporta 100.000. Una cifra simbólica si se compara con el coste real del proyecto y, sobre todo, con los años que lleva sobre la mesa. Porque del Tram de Elche se habla desde hace más de una década, y en cada legislatura vuelve a empezar exactamente en el mismo punto: estudios previos.
No hay fechas. No hay consignación en los presupuestos de 2026. No hay certeza sobre quién lo gestionará ni cómo se integrará en la red existente. Solo una vaga referencia a fórmulas mixtas de gestión y a decisiones que se tomarán “más adelante”, cuando los informes estén listos. Es decir: nada nuevo.
Mientras tanto, Elche sigue siendo la gran ciudad sin tranvía en una provincia donde el TRAM ya funciona entre Alicante, Benidorm, la Marina Alta y la Marina Baixa. Y sigue sin resolverse lo que debería ser la prioridad absoluta: implantar primero un sistema de transporte moderno y eficaz dentro de la ciudad y, después, ampliarlo hacia donde realmente tendría sentido estratégico: el aeropuerto y la conexión directa con Alicante.
Esa ampliación, clave para la movilidad metropolitana y para reducir tráfico y emisiones, vuelve a mencionarse como una “fase futura”, una expresión que en la práctica equivale a dejarla fuera del horizonte real. Primero se promete Elche. Luego, quizá, el aeropuerto. Más tarde, tal vez, Alicante. Siempre en condicional.
El resto de proyectos autonómicos en la ciudad confirma el mismo patrón. La Ronda Sur avanza lentamente y no verá obras hasta 2027. La depuradora sigue en trámites. El bloque quirúrgico del Hospital General permanece encallado, sin alternativa clara. El desdoble de la carretera a Santa Pola continúa atrapado en expropiaciones interminables. Todo sigue “en marcha”, pero nada se materializa.
El resultado es una sensación ya conocida por la ciudadanía: visitas institucionales, balances optimistas y grandes cifras globales que no incluyen lo esencial. Porque el Tram, el proyecto que debía transformar la movilidad urbana de Elche y conectarla de forma lógica con el resto del territorio, vuelve a quedarse fuera de la ecuación presupuestaria.
El PP ha convertido esta forma de gestionar en costumbre: proyectos que se anuncian como estratégicos, se repiten en campaña, se reactivan con estudios y convenios, pero nunca llegan a ejecutarse. El Tram de Elche es, hoy por hoy, otro ejemplo más de una política de infraestructuras basada en el gesto y no en la obra.
Mientras tanto, Elche sigue esperando. Y el aeropuerto, también. Y la conexión real con Alicante, otra vez, para más adelante.
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