
Alicante, esa ciudad donde el progreso pasa de largo, sigue en su cruzada contra la modernidad y la sostenibilidad. Mientras en otras urbes europeas la calidad del aire y la reducción de emisiones son prioridades indiscutibles, aquí se opta por maquillar normativas y perpetuar un modelo de ciudad anclado en el siglo XX, con Cemex echando humo, los depósitos del puerto acumulando contaminantes y la ciudadanía atrapada en una burbuja de desinformación ecológica.
El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) ha admitido a trámite el recurso contencioso-administrativo de Ecologistas en Acción contra la tibia y poco ambiciosa Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de Alicante. El decreto emitido este viernes por la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso exige al Ayuntamiento que entregue el expediente completo sobre la implantación de la ZBE, un procedimiento que ya apunta maneras: una medida que debería haber transformado la movilidad urbana, pero que, en realidad, no cambia nada.
El recurso es solo el primer asalto de una batalla que podría desmontar la pantomima legislativa impulsada por el gobierno municipal del Partido Popular (PP) con el respaldo de Vox. Según Ecologistas en Acción, la ordenanza municipal ni siquiera aplica las restricciones obligatorias de acceso y estacionamiento según los distintivos ambientales de la DGT, tal como exige el Real Decreto 1052/2022. Es decir, han creado una ZBE que no cumple con su función principal: reducir emisiones. De hecho, con esta regulación descafeinada, la reducción de 164.000 toneladas de CO2 anuales prometida en el proyecto quedará en agua de borrajas, dejando las emisiones prácticamente intactas.
La “ZBE de Alicante” se estructura en tres anillos, aunque llamarlos así es casi un chiste. En el Casco Antiguo, el acceso ya estaba restringido desde 2010, así que no hay novedad. Los otros dos anillos, que cubren el Centro Tradicional y la Gran Vía, no incluyen restricciones reales. En su lugar, el Ayuntamiento vende como gran avance algunas obras de reurbanización que estrechan calzadas para supuestamente reducir la velocidad del tráfico. ¿El resultado? Un lavado de cara que deja intacto el modelo basado en el coche privado.
Por si fuera poco, las restricciones a la movilidad solo se activarán en episodios puntuales de contaminación. Es decir, cuando el aire sea ya irrespirable. Para ello, se ha desplegado una red de estaciones de medición que registran la calidad del aire en tiempo real. Gran idea… si no fuera porque el Ayuntamiento sigue sin fomentar el transporte público, el uso de la bicicleta o el reciclaje. La realidad es que el coche sigue reinando en Alicante, mientras la contaminación y el ruido se normalizan como parte del paisaje.
Así es la capital de la Costa Blanca: una ciudad que podría liderar la transición ecológica en el Mediterráneo, pero que prefiere seguir con su inercia contaminante. Mientras otras ciudades avanzan, Alicante se aferra a un modelo insostenible con el beneplácito de sus gobernantes. Y así, entre cemento, humo y políticas negacionistas, el futuro sigue siendo solo una promesa lejana.
fuente: Ecologistas en Acción Alicante.
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