
El mundo está lleno de cosas que no nos tienen por qué gustar a todos. No sé por qué, pero últimamente, la vida parece estar llena de indicadores luminosos que te llevan solo a ver problemas, obstáculos, cosas que te encabronan, relojes que eternizan las horas y escenas que no te apetecen representar. Los paréntesis de esa dinámica de «cohibiciones» están llenos de cruces de caminos en los que, generalmente, uno debe decidir ir por un lado o por el otro. Yo tiendo a no dudar demasiado. El problema es cuando tus decisiones no dependen sólo de ti.
Ahí, entre sobrevivir y disfrutar hay un trecho inmenso, que se acorta cuando los planetas se alinean y te encuentras en un lugar concreto, rodeado de gente más o menos afín, con una banda sonora original acorde con lo que el cuerpo te pide a ti, como individuo. Es viernes, me rodean 26.000 personas. Y tras casi 17 horas de pie, despierto, sin puente, me he sentado a escribir el relato de todo lo que ha pasado ante mi hoy.
Han sido muchas cosas, como todos los días de mi vida. No sé si duraré mucho a este paso , o si mi mente será capaz de resistir todas las emociones que gestiona cada día. Pero según la perspectiva que tengas, puedes ver la vida pasar delante de ti, o darle al pause. Mi botón de lo segundo hoy, ha estado escacharrado, o se ha vuelto invisible. Pero a estas horas, puedo inventarme uno, y aunque no sea del todo efectivo: dibujarlo, y como si fuera un viejo video VHS, rebobinarlo y adelantarlo a mí antojo.
Tengo a un lado de mi mesa un guion que no he mirado, al otro un móvil lleno de notificaciones sin leer y sobre el teclado un millón de anotaciones y borrones mentales que en un rato se van a transformar en la historia de primer día de WARM UP.
Lo del guion, en si, es una composición de lugar. Uno ensueña situaciones diversas, y luego nada sale como esperas. Como en la vida, lo que cambia tus rutinas son las sorpresas y lo inesperado, por eso es bueno llegar pronto, darte unos minutos en la puerta y ver esa mezcla de nervios, reencuentros y ansiedad de todos los «empulserados» que buscan su espacio en el mundo aparte que se esconde detrás del cartel de bienvenida.
Todo parece estar en el mismo sitio que el año pasado, pero los matices de producción, aunque imperceptibles para el mundo en general, son importantes.
Ya dentro del festival, el aroma cambia. A estas horas tempranas, todavía huele a perfume y desodorante. A la gente no le ha dado tiempo a emborracharse y aunque no mires al calendario, sabes que es viernes. El horario milimetrado, provoca las primeras carreras de gente con camisetas con la tinta corrida.
Al llegar al escenario 3, la frescura del olor se acrecienta. Suena Sistema Nervioso, la banda ganadora del concurso de bandas del WARM. La peña, en general, tiene una visión equivocada de lo que es la escena murciana. Parece que el monopolio pop se imponga, pero si sigues a La Culturería, te darás cuenta de que hay vida más allá de Second y Viva Suecia.
Del flamenco a la música urbana hay matices muy diversos furrulando por la futura programación de la R.E.M y la Musik. A mí me gusta la línea de Perro. De Ave Alcaparra a Shaman Shaman, y este pelotazo sónico que están puliendo estos cuatro chavales, que todavía tocan con instrumentos con el precio colgando. Acabarán viajando al Sonorama, aunque digan que no. Pero es obvio que les hace ilusión estar aquí, aunque sea a las 17.45h. Y eso, no lo tienen muchos de los que van a pasar por los escenarios. Si te hace feliz tocar, es más fácil que eso se traslade a quien te está viendo.
Me inmiscuyo entre la Legión de fans que han venido a hacer bulto y a decirle al resto del mundo, que esto solo es el principio. Por que el repertorio y las horas de local, ya lo tienen. Son jóvenes, han convencido a gente de esa generación que debe tomar el relevo, y hace ilusión que lo hagan todo, a través de guitarras y letras con mensaje. Supongo que ahí, ahora, hay una vía abierta por Biznaga, Alcalá Norte, Shego y demás, que son un reflejo de la sociedad, mucho más real que el del trapeo y las coronitas de flores.
Al baile de regocijo no, pero a «por necesidad» si llegamos, así que nuestra incursión en el escenario Woodstock 1969 – que no vegano- que han abierto Rufus y Firefly, es un pelín más tarde de lo esperado. Sí tener guitarras es un lujo, sumergirte en la psicodelia, a veces densa, de Cabezuelo y compañía, es un puto orgasmo de paparajote. Se merece una primera Estrella de Levante, sentarse y limitarse a disfrutar. Lo siento por los que llegan tarde y se están perdiendo esto. Pero se agradece el hueco y la relativa exclusividad. Por un momento, los apagones, las guerras y las ausencias no deseadas pasan a un segundo plano. Y es facil dejarse llevar por la mezcla de hits y novedades del «Todas las cosas buenas».
De ahí, a Pablopablo en dirección contraria a la marabunta… el chico tiene un punto antimainstream, y sabe lo que hace de puta madre. Quedan 19 días para que su nuevo disco «Canciones en mi» termine de encumbrarlo y le arranque de cuajo la etiqueta de «hijo de…» para ponerle a su progenitor, la de «padre de…».
Con Niña Polaca, tengo un problema, porque sé de antemano que las canciones no me van a sentar igual sin tener a determinadas personas cerca de mi. Hay un click de sensibilidad que atamos conscientemente a la música, pero toda canción que te parece buena tiene una conexión con algo que te ha pasado, o con alguien que lo has compartido. Y es curioso como si no hueles ese algo concreto mientras suena «Mucho tiempo contigo», por ejemplo, el abrazo en la distancia, convierte una evocación pasional en nostalgia. Me recreo en el hecho de contraponer ese sentimiento a la efusividad seudoetílica de la gente que me rodea. La invisibilidad no siempre es un don, aunque siempre se le pueda sacar partido. Y disfrutar del resto de canciones del repertorio, bailando a mí manera.
Franz Ferdinand saldó su deuda a lo grande. Esta vez el diluvio fue de nostalgia. Viajé a aquel concierto en el Estadio de Anoeta de 2004, en el que Kapranos y compañía telonearon a U2 y dejaron flipados a decenas de miles de personas. Con su molona camisa roja y una actitud que los fotógrafos agradecen para sus instantáneas, mientras se suceden nos toquen ‘take me out’, ‘Michael’, ‘Outsiders’ o ‘This Fire’ a parte de los nuevos temas de «The Hunter fear».
Zahara transformó la noche. Emergió con un vestido de tul azul, etéreo como el mar que abrió su gira de «amor ternura». El escenario 2 del WARM ha sido testigo de muchos de sus comienzos. Porque esto fue uno nuevo. Un canto a la madurez, encarnado en un punto cantautor dentro de un baño químico, justo después de acordarse de la Sala Mamba. Discursos certeros, que atinaban de lleno con lo que se estaba removiendo dentro de mí. Tonos rosas, bailes, un estudiado decorado con secundarias que iban y venían. Sin duda, al menos para mí, el mejor concierto de la noche.
Así que obviamente, eso había que digerirlo, e Izal, ya sin su perrito influencer, para eso no vale. Así que fui a descubrir el término «pirámide», usado como adjetivo. Porque Julieta es eso, una de las maravillas del mundo. Atrevida, alejada de estereotipos y con un discurso musical sensato, se le quedó pequeño el escenario 3.
Para esas horas, la marabunta ya era un hecho. 26.000 almas, eligieron la aventura de la 1.20h con Carolina Durante. Fetén es la puta palabra. Y más si tienen a bien acompañarse por Las Petunias y Marcelo Criminal. Personalmente, agradezco que cambiaran el ritmo de mi noche. Que me incitaran a botar un rato, que me hicieran cantar muchos de sus estribillos pegadizos y que, indirectamente, convirtieran el hecho de trabajar, en algo más llevadero.
Soy viejo, el cansancio hace mella. No ha sido la mejor semana de mi vida, y al día, aunque arreglado con la música, le faltó algo, que mínimamente, terminé de encontrar en el bolazo que se marcaron los londinenses Fat Dog. Fue un viaje sideral, del funk a la electrónica, pasando por densas guitarras para rozar el metal industrial y matices de música balcánica. Parece una coctelera imposible, pero estos tipos, lo combinan de la hostia.
Me he venido sólo a casa, sobrio, observando, cruzándome con policías que dicen hacer su trabajo, que a veces parece que sea dar por culo, Sé en que voy a pensar cuando ponga el punto final. Pero hay cosas que uno no debe poner en una crónica. Al fin y al cabo, los analógicos, aún, sabemos guardarnos cosas que nos evoquen sueños y guiones de días, con menos literatura y algo más de pasión.
Un simple intervalo, antes de que Marcelo Criminal, provoque el primer garabato de mi sábado.
Comparto la opinión expresada como así venimos denunciando dentro y fuera de las sesiones de Pleno y ante los medios de comunicación y el asociacionismo.
El equipo de gobierno no lidera porque carece de un proyecto de ciudad.
Los procesos de participación abiertos, (Plan General estructural de Alicante o el Borrador de Plan Especial de Protección de Nueva Tabarca) son el opio del pueblo, salvando las distancias, es la nueva forma de entretenimiento mientras los Consejos de participación no se reúnen y quienes forman parte de ellos no reclaman su convocatoria.
El humo de los anuncios se pueden ver a distancia su ejecución inexistente.