
En Alicante siempre hay algo que celebrar: si no es una mascletà, es una buena sombra. Porque cuando no hay presupuesto para cultura —esa molestia que obliga a pensar—, siempre queda la opción de invertir en lo verdaderamente importante: toros, oficinas anti-okupa vacías y, por supuesto, toldos deluxe para una isla que vive del sol. Ironías de la vida.
La joya de la corona son los toldos de Tabarca. Dicen que costaron 165.000 euros. Una ganga, si piensas que solo podían estar colocados dos semanas, pero se contrató como si fueran a cubrir la isla entera hasta noviembre. Tal vez alguien creyó que el sol mediterráneo iba a pedir prórroga.
Desde el Ayuntamiento explican que no pasa nada, que no se pagó por usarlos, sino por comprarlos. Claro, como cuando te compras un abrigo de visón para ponértelo dos días en agosto. Pero tranquilos: el año que viene el gasto será “residual”. Qué alivio, el dinero ya se ha ido y ahora solo queda el residuo.
Y mientras tanto, en la Conselleria de Cultura, alguien debe de estar revisando aquel informe que decía que los toldos solo podían estar dos semanas. Dos. Pero parece que en el lenguaje administrativo “dos” significa “siete meses y un pellizco”. Traductor urgente, por favor.
Así que sí, Alicante tiene nuevos toldos. No sabemos si dan sombra, pero desde luego tapan algo: el sentido común.
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