
Uno de los grandes encantos de Murcia son sus plazas. Buscar una sombra que te resguarde del sol, pedirte un café con una tostada y ver pasar la vida. Si encima tienes la suerte de que Marcelo Criminal te ponga la BSO ya te cagas (de placer)… Y por el café.
En esencia, una resaca festivalera, se «sufre» mejor haciendo eso que los modernos llaman turismo cultural. Sentado, he viajado por 1200 años de historia con un camarero al que no le gusta «está música» porque él es de los 2000 y un viejo facha, que ha flipado cuando el Criminal se ha puesto a cantar la del «día que murió Pedro Sánchez».
Desde mi privilegiado asiento, me mola ver como la gente con pulsera, se acerca a regañadientes a ver cómo sienta el proceso de cambiar el croissant por la primera cerveza. Y la cara de «hostia» no estoy tan mal, hasta puedo retrasar hasta el lunes eso de sentirme viejo. O mayor..
Como es habitual, me hago unas cuantas pajas mentales, pensando cómo serán los lunes de esta gente que viene aquí a darlo todo. Cuántos serán encorbatados abogados, cuántas funcionarias, si los profesores hablarán de esto en sus clases, o si hay tertulias acaparadas por debates sobre si moló más Zahara o Carolina Durante. ¿Existirán? ¿Se regocijará la gente en todas esas fotos y videos de hits con la que petan la memoria del móvil?.
Supongo que si algo bueno tienen los festivales, es que le pegan una patada en el ojete a la prisa que nos enloquece en la rutina. Desinhibidos somos mejores, sonreímos más, nos relacionamos mejor y sentimos de una forma más intensa. De hecho, nos convendría traspasar eso al lunes, mirar a tu jefe, con tu camisa de flores y decirle: «súbeme el sueldo, cabrón «.o a tu casero: «me he gastado el alquiler en marineras y cervezas». O a tu vecino: ¿Conoces a Toldos verdes?
Un toldo haría falta, pero lo otro es el nombre del segundo grupo de la matinal de la plaza de los Apóstoles. Nada que ver con la bandaza que acaba de empezar a tocar.
Hace calor, pero junto a la furgo de Estrella de Levante, me lo he pasado bien entre dos vitorianas, una granadina, una de Elche, una murciana, un tío de Elda y un calvo que se ha pasado con la crema solar y está sudando como un pollo.
Hasta ahí el disfrute personal. Ahí empezó el curro. Y recorrí las calles que en Murcia vivían ajenas a toda la vorágine del festival. Me cruzo con Amaia en la recepción. Me hubiera echado una siesta reponedora. Pero no hay tiempo…
(El sábado, Continuará…)
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