Segundas partes nunca fueron buenas, pero son las 15.00h y el artículo de ayer lleva más de 7.500 visitas y unos 60 mensajes privados entre Whatsapp, Facebook e Instagram (curiosamente, casi ninguno público, ni todos críticos). Ya sé que comparado con los likes superficiales y el millón de comentarios con emoticonos que se llevan algunos parece una mierda, pero en el contexto – web cultural de Alicante – es mucho.
De primeras, me da una pena enorme que esto tenga su punto de «viralidad» y luego las programaciones, o recomendaciones que sí deberían compartirse por todos los rincones de la provincia, no las mueve nadie. Pero bueno, el fin de esta segunda parte no es otro que matizar una cosa (que ya estaba dicha en el primer párrafo de la primera parte): mi literatura, te guste más o menos, tiene cierto aprecio por la hipérbole. Y sí, tengo claro que en una fiesta cualquiera hay muchas sensibilidades y matices que cuando generalizas molesta, aunque también os digo que: esto hace 15 años no había que explicarlo.
Mi intención real era hacer reflexionar sobre un hecho que se repite y que si es verdad que hay tanta gente a la que le molesta esa repetición, o preferiría otra música en su fiesta, es tan fácil como no dejar sólo al que se atreve a mostrar su descontento. O simplemente, puedes dejar la pista de baile vacía para ver si alguien se da por aludido.
Yo siento que la mayoría no tenga esa correlación mística que hace que la diversión mengüe cuando la música no te gusta. E igual es verdad que, como más de uno sugirió, me he hecho mayor, entre otras cosas para hartarme a cubatas para soportar algo que, en realidad, no me está aportando nada.
Más allá de los insultos que llegan, el éxito real del artículo es que la gente se tome la molestia de hacer ver que, aunque no comparta las formas, hay cierta parte con la que está de acuerdo. Y yo estoy encantadísimo de leer todos esos apartes particulares, porcentajes reescritos, excusas como que diferencian oír buena música e irse de fiesta, aceptación de las limitaciones sociales particulares y otras muchas cosas que he leído encarecidamente en cada mensaje que ha saturado mis redes durante estas 15-16 horas.
Si os sirve de consuelo os diré que no es algo nuevo. Llevo toda mi vida huyendo de eso que describí ayer y que siempre hay un sitio en el que tu farra ideal se hace realidad. No se trata de competir por quién es el más snob, ni quien riza más el rizo más con su sabiduría acumulada. Durante un tiempo yo mismo traté de llevarme a mi terreno a amigos, conocidos o gente que me interesaba.. pero no se trata de eso. Más bien esto va de que, llegados a una edad, los ratos libres se valoran más, si cabe, que cuando eres post-adolescente.
He pasado mil fases: la frustración, el autoconvencimiento, salir solo, quedarme en casa… y en realidad, yo lo he escrito con la música como hilo conductor, pero es lo mismo que le pasa al que le gustan los juegos de roll, o el manga, o el teatro, o tiene pasta para probar uno o dos restaurantes cada semana pero no tiene con quién, o el que es vegano y en su entorno todos comen carne, o el que es celiaco y tiene que buscar sus sitios y sus compañías.
Al final, más allá de todo eso, la clave es que yo no pretendo ofender. Sé que está generalizado el hecho de bipolarizarlo todo, pero el fin de distanciarme de alguien con quien trabajo, un vecino, o el panadero de mi barrio – que sin música por medio, nos llevamos hasta bien – es buscar que quién se digna a leer un artículo reflexione. No se trata de que compartas mi idea, sino de que veas que en una fiesta hay muchas sensibilidades. Yo he dicho la mía, pero habrá a quién le guste el rap, o al que relaciona la fiesta con música de los 80, o un heavy, o un nostálgico… y una fiesta popular, no es un bar: hay niños, hay viejos, abstemios, gente que se pasa con las drogas y otros muchos perfiles que, sobre todo un dj, debe saber leer.
Y yo iba a eso. A que todos tenemos derecho a pasarlo bien. Que hay muchas formas de divertirse. Y que hay más de 75 años de historia de la música moderna en el mundo para no tener que repetir algo que a mí, personalmente, me aburre y no me gusta.
Nada más.
Cierro con una reflexión que acaba de llegarme (ignoro el autor, o autora): «El tiempo no corre, vuela. Así que fabrícate buenos momentos y no te los pierdas. El que tiene buenos momentos tiene buenos recuerdos». Más o menos, lo que yo pretendo. Con la música. Y con mi vida.
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