
El acceso a la vivienda en Alicante se ha convertido en un desafío insostenible para miles de ciudadanos. En los últimos cinco años, el precio del alquiler ha aumentado un 54 % de media en la provincia, alcanzando un máximo histórico de 12 euros por metro cuadrado en la capital. Esta subida supera incluso la de ciudades como Madrid o Barcelona en términos de esfuerzo económico requerido a los inquilinos. Mientras tanto, el Ayuntamiento sigue sin ofrecer soluciones efectivas, permitiendo que la especulación inmobiliaria desplace a la población local y condene a muchas personas a la precariedad habitacional.
La raíz del problema: especulación y descontrol
El auge de los alquileres turísticos ha sido un factor clave en esta crisis. La falta de regulación efectiva ha permitido que el mercado inmobiliario se oriente hacia el beneficio inmediato de propietarios e inversores, en detrimento del derecho a la vivienda de la ciudadanía. Pese a la creciente presión social, el Ayuntamiento de Alicante se ha limitado a negar la existencia de «barrios tensionados» y a postergar la adopción de medidas contundentes. Incluso la reciente suspensión de licencias para apartamentos turísticos durante dos años llega tarde y con un impacto dudoso, dado que el número de pisos turísticos ilegales sigue siendo desconocido.
Movilización ante la inacción institucional
Ante esta situación, colectivos como las Plataformas de Afectados por la Hipoteca y el Sindicat de Barri de Carolines han convocado una manifestación el próximo 5 de abril bajo el lema «Acabemos con el negocio de la vivienda». Esta protesta, que se celebrará simultáneamente en más de 20 ciudades, busca visibilizar el drama habitacional y exigir un cambio de rumbo en las políticas urbanas y de vivienda. Y en Alicante, nos manifestaremos a las 18.00h en la Plaza Manila.
La realidad es clara: Alicante se está convirtiendo en un territorio hostil para quienes buscan una vivienda digna. La especulación inmobiliaria y la connivencia institucional con los intereses de los rentistas han convertido el alquiler en un proceso doloroso, humillante y precario. La única salida posible pasa por la movilización ciudadana y la exigencia de políticas que pongan el derecho a la vivienda por encima del lucro privado.
El mensaje es contundente: sin una respuesta firme y organizada, la ciudad seguirá siendo un paraíso para la especulación y una trampa para quienes solo buscan un hogar.
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