
El Debate sobre el Estado de la Ciudad de Alicante ha vuelto a dejar la misma sensación de siempre: la de un proyecto de ciudad hueco, más preocupado por el titular que por las soluciones reales. El alcalde Luis Barcala ha presentado su enésimo plan “transformador” bajo el rimbombante título de Alicante Nuevo Centro, prometiendo la creación de un nuevo eje peatonal y cultural que conecte el Mercado Central con la Explanada y la Plaza de Toros, pasando por la avenida de la Constitución y la calle San Vicente. La idea, sobre el papel, no es mala. Pero el tufo a proyecto vacío vuelve a ser insoportable.
Porque, detrás del lenguaje tecnocrático y las grandes palabras —“eje cultural”, “corredor urbano”, “revitalización”—, lo que asoma es el mismo patrón de siempre: otra ronda de obras, otra promesa de dinamización y, al final, un nuevo parking subterráneo junto al ADDA. Un plan que, más que mirar al futuro, parece empeñado en repetir los errores del pasado.
Mientras Barcala se recrea en su narrativa de “renacimiento urbano”, la ciudad sigue encallada en los problemas de fondo. No hay propuestas serias contra la gentrificación ni medidas reales para frenar la proliferación de pisos turísticos. El problema de la basura sigue sin resolverse, la movilidad continúa siendo un caos y la expansión del TRAM (ni siquiera se menciona más allá de las declaraciones de intenciones. Pero, eso sí, se nos promete otro eje cultural, como si con eso bastara para convertir Alicante en una ciudad vibrante y moderna.
El supuesto “corredor cultural” que plantea Barcala conecta tres espacios tan descoordinados entre sí como poco representativos de la escena cultural real: el ADDA, un auditorio que sigue funcionando de espaldas a la programación local; Las Cigarreras, donde se promete un museo sin contenido ni concepto definido, justo ahora que el espacio empezaba a consolidarse como pulmón de la cultura alternativa; y la Plaza de Toros, presentada como “espacio multiusos” pero que en la práctica acoge más ferias policiales, eventos taurinos y fiestas oficiales que propuestas culturales de verdad. ¿De verdad este es el eje que va a convertir Alicante en “referente nacional”?
La traca final llega con el ya clásico anuncio de un aparcamiento subterráneo junto al ADDA, una infraestructura “necesaria” según el alcalde, pero que suena a excusa para justificar otro agujero bajo tierra. Como si la ciudad no necesitara más espacios verdes, viviendas asequibles o transporte público eficaz, sino más cemento y coches bajo el suelo.
Lo más grave, sin embargo, no es la mediocridad del plan, sino su incapacidad para imaginar una ciudad cohesionada. El discurso vuelve a trocear Alicante en pequeños proyectos inconexos, en lugar de afrontar sus retos estructurales: una ciudad que expulsa a sus vecinos del centro, que no sabe qué hacer con su patrimonio, y que confunde urbanismo con maquillaje.
En resumen, el nuevo “eje cultural” de Barcala huele a lo de siempre: a eslogan sin sustancia, a render de PowerPoint y a política de parche. Y, sobre todo, a parking subterráneo. Porque en esta ciudad parece que el cemento siempre va antes que la cultura.
Deja una respuesta