
Alicante se vacía. No de gente, no de turistas, no de pisos en alquiler. Se vacía de sentido, de memoria, de arraigo. Se vacía de todo aquello que la hacía reconocible para quienes la habitan y la quieren. Ahora es un decorado que se desmonta y se vuelve a montar cada sábado, según la ocupación de los apartamentos turísticos. Cada nuevo huésped, cada nuevo check-in, borra una línea más del relato colectivo que nos trajo hasta aquí.
La última señal de este desmantelamiento emocional, social y cultural es el inminente cierre de la Librería 80 Mundos, una de las más antiguas de la ciudad. Un referente que no sólo vendía libros, sino que tejía comunidad, defendía ideas, agitaba conciencias. Ahora se ve obligada a abandonar el local que ha ocupado durante décadas. Dicen que intentarán mudarse. Ojalá lo consigan. Pero todos sabemos que ese nuevo espacio será más caro, más pequeño, menos visible. Porque hoy en Alicante es más fácil abrir una cadena de souvenirs que mantener vivo un proyecto cultural.
¿Y por qué se cierra 80 Mundos? Porque su actividad no es rentable según las leyes del mercado. Porque no puede competir con los beneficios que da convertir un bajo comercial en una franquicia. Porque el nuevo alicantino no la necesita: viene por tres días, se trae un libro en inglés o ni eso, y elige dónde desayunar según el número de likes que tiene en Instagram. ¿Qué sabrá él de 80 Mundos, del pan que compra salía de un horno que ha alimentado a 4 generaciones, o de esas tapas autóctonas que ahora no tienen cabida entre tanto puto muffin de los cojones?
La gentrificación es eso: no sólo encarece la vivienda, sino que destruye el alma de los barrios. Borra el pasado, anula el presente y sustituye el futuro por un eslogan vacío. Alicante se convierte en un Airbnb perpetuo. Una ciudad sin ciudadanos. Llaves que se entregan sin palabras. Camas que se hacen sin preguntas. Calles en las que ya nadie recuerda lo que pasó hace una semana. Con todos mis respetos, eso no es progreso: es pérdida.
Desde 80 Mundos lo dijeron en su mensaje de rebelión: “Vencerán, pero no convencerán.” Esa frase resuena hoy más fuerte que nunca. Porque lo que está en juego no es solo un local, ni siquiera una librería. Es un modo de vivir, de entender la ciudad, de relacionarnos con ella y con los demás.
Hace unos días, 80 Mundos celebraba su 7/41 aniversario, recordando el momento en que cuatro personas decidieron sostener lo que otros estaban dispuestos a dejar caer. Desde entonces han sido resistencia. Y quieren seguir siéndolo.
Que no nos acostumbremos a vivir sin librerías, sin cines, sin bares con historia, sin vecinas que te cuentan lo que pasó en la esquina hace veinte años. Que no dejemos que Alicante se convierta en una marca sin contenido, en un escenario de cartón piedra que sólo sirve para salir bien en las fotos.
No queremos una ciudad sin 80 Mundos. No queremos una ciudad sin esos mundos que sólo la pertenencia hace persistir.
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