
Santa Pola ha estrenado las nuevas instalaciones culturales de Villa Adelaida, un edificio modernista de principios del siglo XX, que tras años de abandono ha sido rehabilitado y reconvertido en un espacio dedicado al arte, la ciencia y la literatura.
El proyecto ha supuesto una inversión de 400.000 euros sufragados íntegramente por la Diputación de Alicante. La actuación ha incluido la adecuación del camino de acceso, la reforma de un edificio anexo con nuevas instalaciones auxiliares (almacén, lavadero, aseos, patio privado y aseos públicos) y la rehabilitación del edificio principal, que ahora cuenta con una entrada accesible y una museografía que recrea la antigua vivienda de su propietaria, Maribel López Pérez-Ojeda.
También se han acondicionado espacios para exposiciones y despachos, así como una sala permanente dedicada a la obra del artista Shami Mandiratta, viudo de la anterior dueña.
Sin embargo, una vez más, esta iniciativa deja en evidencia una de las grandes carencias del modelo de gestión cultural provincial: la creación de contenedores aislados. Aunque cada centro, como este, pueda tener valor por sí mismo, la falta de una visión global y cohesionada convierte muchas de estas instalaciones en islas desconectadas que rara vez dialogan entre sí ni comparten una programación estratégica. Espacios con potencial acaban funcionando a medio gas o, en el peor de los casos, vacíos.
Y más en Santa Pola, que lleva años menguando su programación cultural que antes, al menos, en verano, era envidiable.
Si se lograra articular una red real de centros culturales interconectados, con objetivos compartidos y estrategias coordinadas, el impacto sería mucho mayor. Pero mientras tanto, seguimos acumulando edificios rehabilitados que no siempre encuentran contenido a la altura del continente.
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