Hace 10 años llegué a la ciudad de Alicante, un auténtico páramo cultural, sin ningún tipo de orden. Sólo había dos revistas (más pendientes de publicitar negocios que de dar a conocer eventos), unas páginas en el periódico local los viernes y muchos bares mal llamados culturales que programaban conciertos, a cambio de cervezas para los que allí tocaban.
Las excepciones se podían contar con los dedos de las manos: La Sala Stereo, el flamante ADDA, sede oficial, exclusiva y anárquica, de la música clásica, un par de programadores con buen gusto que se pegaban con el mundo para traer a la ciudad alguna gira alternativa de bandas europeas y americanas y una parte salvable y desordenada de programación pública, mezclada con tres focos (ya desaparecidos) que atraían las miradas de unos pocos habitantes de esta gran ciudad de más de 300.000 habitantes: El Eat My Soul, Atiende Alicante y el Transtropicalia.
El Low Festival, cuya primera edición se celebró aquí, ya había emigrado a Benidorm por falta de apoyos institucionales. Y como él, habían sido muchos los productores, artistas, incluso público, que había desistido y había hecho sus maletas con rumbo a Murcia, Valencia o Madrid.
Pero, algo cambió, de repente, y aún partiendo de la precariedad más absoluta, empezaron a plantarse semillas. Un vasco errante, que escribe estas líneas, montó una revista especializada llamada Alicante Live Music. Mientras un italiano inquieto, Maurizio Farci, convertía el Jendrix Rock Bar en sede oficial de lo que podría llamarse “Movida alicantina”.
De la (auto)crítica y el registro de lo poco que había, fue formalizándose un calendario que cada año tenía menos fechas en blanco.
¡Había vida más allá del sol y la playa!
Stereo siguió siendo la Sala de referencia, pero al otro lado de la ciudad surgió la Sala Marearock. Y consolidado el Low en Benidorm, Producciones Baltimore empezó a construir su pequeño imperio musical entre Murcia y Valencia, mientras 3 productoras pequeñas (Santa Leonor, Meet & Live y Un Fulgor de Moda Antónima) desviaban ese gran foco, con reminiscencias “indies” y agolpaban sus respectivos públicos en un marco nuevo y alternativo que, sin referentes (ni referencias) había que crear desde (casi) cero.
El periodo de prueba-error fue largo y tedioso. Fueron muchos proyectos los que no pasaron de la primera edición, pero sí dejaron regueros y abrieron puertas a otros que sí se consolidaron. En el 99% de los casos, de manera autónoma y casi sin apoyo institucional.
Eso cambió, en parte, en 2015, con la llegada al Ayuntamiento de Daniel Simón, un Concejal de Cultura con trayectorias artísticas diversas, que, en apenas 2 años en el cargo, contribuyó a desarrollar el ya iniciado debate social, con la creación de un Consejo de Cultura y una serie de medidas que pusieron en marcha programas y subvenciones más acorde con las necesidades reales de la gran ciudad.
La coincidencia quiso que Miriam Gilabert gestionara, por aquel entonces, el Centro Cultural Las Cigarreras, cuyas puertas se abrieron de par en par para esas productoras pequeñas que veían un camino a seguir para consolidar sus proyectos.
En La Caja Negra se formalizaron y crecieron el Ensolab (festival de electrónica), el Atronador Fest, El Plataforma (que luego se trasladaría al Aula de Cultura como MFest), Urban Tactics, Terreta Urbana, las pinceladas de Atiende Alicante aún vivas, propuestas particulares de asociaciones de bandas que presentaban sus nuevos trabajos… Cada semana había algo. Alicante Live Music lo contaba y la fiesta acababa en el Jendrix (o en el Söda).
El marco era diferente y permitía que los productos superaran las barreras de la segunda edición. Hecho que animó a pequeños negocios a apostar por la música y se convirtieron en habituales los Vermuts con Söda, los conciertos de cantautores en El Taller Tumbao, el Jazz y el Flamenco (primero en el Villavieja y ahora en Entre Bambalinas)… y, también, empezó a conectarse la música con otras propuestas artísticas que, más o menos, partían de la misma situación y fueron ganándose su espacio en el calendario cultural de Alicante: Febrero para el Photoalicante, La Feria del Libro, Abril para la danza, mayo para el Alacant Desperta y el Spring, El Festival de Cine para junio, Fresca! y el Fijazz en verano, Circarte en septiembre, La Muestra de Teatro en noviembre, Festitíteres en diciembre.
En esta tierra de emprendedores, no tardaron mucho tiempo en ver que la cultura era un aliciente, aparte de emocional, económico para la ciudad. El Ayuntamiento, a pesar de sus constantes cambios, se implicó en la estabilización de la agenda y en facilitar el uso de todo el entramado de edificios culturales que posee, con mención especial al MACA (con sus debates, el Corodelantal, el Ciclo Soniart, o los talleres de Músicas gráficas). La Diputación, siempre dispersa, tuvo la brillante idea de poner al frente del ADDA a Josep Vicent, que aparte de crear una prestigiosa filarmónica internacional (Adda Simfònica), puso orden en la programación de la temporada sinfónica, con un espacio exclusivo para todas las sociedades musicales de la provincia, ciclos de piano y guitarra, sinergias con el conservatorio, el Fijazz que da un color alternativo a los veranos de Alicante.
A todo este entramado de propuestas jóvenes, hay que añadirle la aportación a la captación de nuevos públicos de una implicación más transversal encarnada por la Universidad, su paraninfo y su Sede (cuna de grandes debates estructurales, no sólo de música) en el centro de la ciudad, así como El Aula de Cultura de la Fundación Mediterráneo (sede del MFest, el Festival de Flamenco Mediterráneo y el Sonidos Globales), El Arniches (que fomenta el folklore y las músicas de la Comunitat Valenciana) o el Teatro Principal, que siempre hace hueco a la música en sus propuestas.
Además de todo ésto, La Plaza de Toros abrió las puertas a las grandes giras nacionales e internacionales. En apenas tres años pasamos de añorar el concierto de Miguel Ríos de 1982 en el Rico Pérez, a tener 15 o 20 grandes bolos anuales que iban desde Raphael a Wilco, pasando por Kraftwerk, Bisbal, Aitana o Sabina. A lo que en la pandemia, tras una pequeña incursión transformando el Festival Spring, se sumó Producciones Baltimore, por fin en casa, con Área 12, un espacio con aforo para hasta 15.000 personas, que nos ha permitido aumentar la oferta de conciertos de gran formato. Y el año pasado, subiendo la apuesta, sumaron los Conciertos del Baluarte, que mezclan grupos más consagrados como Colectivo Da Silva, Tito Ramírez o Ralphie Choo, con bandas emergentes de aquí, tocando en el rincón más exquisito de Alicante: Su castillo.
Esta ciudad se ha transformado en menos de 10 años. Ha creado una fórmula alternativa de turismo cultural y tiene una oferta musical que, en consonancia con lo que sucede en la “contornada”, suma más de 50 festivales de todo tipo al año, 10 salas de referencia, ciclos, las mejores giras nacionales e internacionales y la esencia de las productoras pequeñas consolidando joyas como Bello Público, Ensolab, Sonidos Globales, MFest, Pueblo, el Verano de Músicas, Live The Roof, Alacant Desperta, Alacant Street Market, un festival de Blues, otro de jazz, uno de flamenco, otro de Brass… y muchas cosas más que se aprovechan de todo lo que el sol y la playa habían generado y apoyado por el hecho de tener el cuarto mayor aeropuerto de España, una conexión que en dos horas y media nos conecta con Madrid, en media hora con Murcia, y próximamente, en apenas 4 horas con Barcelona.
La Crítica ha menguado, aunque siga presente. El ecosistema ha consolidado los proyectos en una dirección contraria a lo que ha pasado en otros lados: Primero lo pequeño y lo alternativo, y sobre eso, todo lo demás. Y así, se puede decir que en cuestiones musicales, Alicante siempre está en temporada Alta. Lo que no hay aquí, se compensa en poblaciones cercanas. Pero vengas cuando vengas, siempre hay algo que se adapta a tus gustos y necesidades. Algo que hace 10 años era impensable y que ahora se ha normalizado, mejorando la calidad del turismo, del comercio, de la gastronomía y convirtiéndose en un negocio sin perder la esencia romántica que hace de la realidad de hoy un patrimonio.
Y si todavía no me crees, te pongo un ejemplo de ahora. En septiembre, pasan por aquí, Daddy Long Legs, The Stems, Mikel Izal, Beret, Cruz Cafuné, Dorian, Niña Polaca, Lady Ma Belle, músicos locales como Alfonso Copé presentan su nuevo disco, hay un nuevo colectivo (MISTELA) que se presenta con dos conciertos de Punk, El Urban Tactics, el Atronador Fest, el comienzo de la temporada sinfónica del ADDA y de las programaciones de Stereo, la Sala Marearock, Euterpe (aunque esté en Sant Joan)… y muchas cosas más que yo, personalmente, no me perdería. Pero el mes que viene será igual, y al siguiente, y al siguiente…
Deja una respuesta