El aeropuerto Alicante-Elche Miguel Hernández da un nuevo paso hacia su ampliación. Aena ha licitado la asistencia técnica para supervisar la redacción de los proyectos y la dirección de obra, con una inversión de 38 millones de euros, dentro del plan global de 1.154 millones previsto en el Documento de Regulación Aeroportuaria (DORA III) para el periodo 2027-2031.
La terminal crecerá un 30% en superficie y se preparará para gestionar hasta 26 millones de pasajeros anuales, consolidando su papel como uno de los aeropuertos más importantes de España y la principal puerta de entrada turística del sureste peninsular.
La ampliación promete mejorar la operatividad, la calidad del servicio y la capacidad de gestión de vuelos, especialmente los procedentes del Reino Unido, un mercado clave para la Costa Blanca. Además, supondrá un impulso a la actividad económica, con la previsión de generar empleo y atraer nuevas rutas aéreas.
Pero este crecimiento también plantea preguntas de fondo: ¿qué gana realmente Alicante con esta inversión? ¿Más visitantes, más ingresos, o también más saturación y dependencia del turismo estacional?
En una provincia donde el aeropuerto ya es uno de los motores económicos, el reto parece pasar de crecer “más” a crecer “mejor”. El aumento del tráfico aéreo contrasta con los objetivos de sostenibilidad y con la necesidad de repensar el modelo turístico y de movilidad que la provincia quiere para las próximas décadas.
El reto de la movilidad sostenible
Mientras el aeropuerto se prepara para ampliar su terminal, la conexión ferroviaria con el entorno sigue pendiente. A día de hoy, ni Alicante ni Elche cuentan con una conexión directa mediante el TRAM o la red de cercanías. Una infraestructura que podría reducir significativamente el tráfico por carretera, las emisiones y los tiempos de desplazamiento.
Cada año millones de pasajeros deben recurrir al coche, al taxi o a autobuses lanzadera para llegar al aeropuerto. Una situación que contrasta con la apuesta europea por los transportes intermodales y sostenibles. Muchos se preguntan si una parte de esa millonaria inversión no debería destinarse a conectar el aeropuerto con la red pública de transporte, en lugar de centrarse solo en ampliar su capacidad aérea.
La ampliación del Miguel Hernández es, sin duda, una apuesta por la modernización y la competitividad. Pero también puede interpretarse como una pausa —o incluso una contradicción— en el impulso hacia un corredor mediterráneo más eficiente y sostenible.
Alicante se encuentra, de nuevo, en un punto de inflexión: entre consolidar su papel como gran destino turístico internacional o avanzar hacia un modelo más equilibrado, en el que la movilidad sostenible y la planificación territorial acompañen el crecimiento económico.
Porque, más allá de nuevas pistas y terminales, la verdadera conexión pendiente podría ser la que una el aeropuerto con las ciudades que le dan nombre.
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