
By MS
Hay espacios en los que la música adquiere una dimensión distinta, y la Casa de Cultura de El Campello es uno de ellos. Un sitio exclusivo. Allí se respira buen gusto siempre el buen gusto y, hasta ahora, nunca me ha decepcionado ninguno de los conciertos que he visto allí. Coincidimos en criterio y da gusto tener un espacio donde ver por aquí a Clara Peya, Soleá Morente, La Perra Blanco… y el sábado pasado: Alondra Bentley.
La noche ya olía mágica y desde el primer acorde se hizo tangible. Tejida entre la intimidad del folk y la experimentación sonora. Esto es el indie real, no lo que se ha extendido por ahí que es pop cada vez más comercial. Este, siendo pop también, no teme salirse del camino trazado, se aleja de la grandilocuencia de los escenarios multitudinarios y prefiere los pequeños teatros donde la esencia se percibe con mayor claridad. Y más si la trompeta la toca Pepe Andreu.
Haciendo buena la letra de ‘La Corriente’, «LaBentley» fluyó con una calma distinta, dejando que su música envolviera al público en una sensación de ingravidez y complicidad. Aquí todas, sin excepción aparcamos la prisa y las ansias de lo efímero, para dejarnos llevar por un vaivén melódico donde lo ancestral se encuentra con la modernidad sin perder su sentido, ni su hilo conductor.
El público, entregado y atento, comprendió la propuesta. Durante una hora y media, el ritual fue completo: nada de apariencias, nada de fingir que lo mundano es lo normal. Solo letras que confrontan la verdad con atmósferas que apelan a la emoción y una artista que ha sabido reinventarse sin perder su identidad. Alondra Bentley ha abrazado el cambio sin olvidar de dónde viene y su transición hacia el español en las letras, aunque aún conserve ciertas licencias de la composición anglosajona, confirma su capacidad para evolucionar poéticamente sin renunciar a su esencia.
Con pequeños guiños a su pasado en inglés y con su aportación a la peli «Segundo Premio», el repertorio estuvo marcado por su último trabajo, La Materia (2024), un álbum que no solo fue uno de los mejor valorados del año pasado, sino que sigue cosechando reconocimientos. Hace poco la vimos en la gala de los Goya y, ahora, crece, entre otras cosas, con la expectativa de un premio MIN en el horizonte. El premio real, para nosotras, fue comprobar in situ por qué Alondra sigue siendo una de las voces más auténticas del panorama independiente.
El concierto de El Campello no fue solo una presentación en directo, sino una experiencia sensorial en la que cada matiz contó. Una noche, ya de primavera, en la que Alondra Bentley confirmó que flotar, dejarse llevar y permitir que su música habite en quien la escucha, es la verdadera esencia de su arte. Y yo, mientras algunos de los asistentes se quedaban en el hall contándole sus sueños a la artista, lo celebré aplacando mis emociones brindando por la vida, una vez fuera, con un vino. Conversando sobre lo mucho que la experiencia había merecido la pena.
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