
Un reciente informe del Instituto de Ecología Litoral ha vuelto a poner en evidencia una realidad incómoda y persistente: la contaminación fecal generalizada en la zona costera próxima a la estación depuradora de Rincón de León. Se trata del informe de seguimiento ambiental correspondiente a los datos de 2024, publicado recientemente por el propio Ayuntamiento de Alicante, en el que se advierte del preocupante estado de degradación ecológica de la bahía.
A pesar de que los análisis cumplen formalmente con los límites legales establecidos en el Real Decreto 817/2015, la situación está lejos de ser tranquilizadora. La presencia constante de contaminación fecal, sumada a la proliferación de algas por eutrofización, evidencia un problema estructural y una falta de medidas efectivas por parte de las autoridades locales. Las altas concentraciones de nitrógeno y fósforo en el agua, derivadas de los vertidos, están generando un entorno marino desequilibrado, con pérdida de oxígeno disuelto y una grave afectación a la vida subacuática.
Los datos no dejan lugar a dudas: los niveles de clorofila han empeorado respecto al año anterior, calificándose como «malos» en dos de las seis estaciones de medición. Además, los niveles de nitritos y nitratos superan los límites recomendados en la mayoría de los puntos analizados durante gran parte del año.
Más allá de los números, la imagen de la pradera de Posidonia oceánica —especie clave para el ecosistema marino— en estado de degradación crónica, refleja una falta de atención prolongada. A pesar de conocerse este proceso desde hace décadas, poco o nada se ha hecho para frenar su deterioro, lo que revela la falta de una estrategia municipal sólida en materia medioambiental.
El Ayuntamiento, por su parte, ha reconocido la existencia del problema y asegura estar trabajando en diversas medidas, muchas de ellas aún en fase de proyecto o dependiendo de financiación externa. Mientras tanto, la ciudadanía contempla cómo la dejadez en políticas ambientales, de limpieza y control de vertidos, está dejando una huella difícil de revertir en el entorno natural costero.
La inacción, la dependencia de iniciativas externas como fondos europeos, y la falta de una gestión decidida, contrastan con la urgencia que reclama el estado del litoral. La bahía de Alicante se degrada lentamente mientras las promesas se acumulan, y la voluntad política de poner freno a los vertidos y proteger el ecosistema marino sigue sin traducirse en resultados tangibles. La situación exige mucho más que declaraciones: es hora de acciones reales, coordinadas y sostenidas que devuelvan al mar de Alicante su equilibrio perdido.
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