
Si uno enciende la televisión o abre el periódico en la sección de noticias internacionales, tendrá la sensación de que el mundo es apenas un puñado de lugares: Estados Unidos, Ucrania, Gaza, y ocasionalmente alguna referencia a Francia, Italia o Alemania. Los mismos nombres, los mismos conflictos, los mismos discursos. A veces, se cuela algún suceso trágico o una cumbre de líderes, pero la narrativa general no cambia. ¿Es que el resto del mundo está en pausa? ¿O simplemente nos están dirigiendo la mirada a donde más les interesa?
Desde hace dos meses, he seguido con detenimiento la cobertura internacional de los principales medios. El patrón es inconfundible: Donald Trump y su inacabable saga judicial y electoral; la guerra en Ucrania con sus avances y estancamientos; la crisis en Gaza con la indignación global cada vez más predecible. Mientras tanto, Macron y Meloni aparecen como figurantes ocasionales, al igual que las elecciones en Alemania o cualquier otro país europeo con suficiente peso en la economía.
Sin embargo, fuera de estos puntos focales, la información es escasa o inexistente. África solo aparece si hay un golpe de Estado o una tragedia humanitaria de proporciones apocalípticas. América Latina, a no ser que haya un escándalo político o un colapso económico, queda fuera del radar. Asia es China y poco más. Y si uno busca noticias sobre el Pacífico, la India, los Balcanes o el Cáucaso, tendrá que sumergirse en medios de allí o depender de periodistas independientes.
La pregunta es inevitable: ¿quién decide lo que merece ser noticia? Y, más importante aún, ¿con qué intención? La agenda mediática no es casual ni neutral. Lo que leemos y vemos en los grandes medios responde a intereses políticos, económicos y estratégicos. No es que en el resto del mundo no ocurran cosas relevantes, sino que no se consideran lo suficientemente importantes dentro del marco narrativo que nos imponen.
Este bucle informativo no solo nos empobrece como ciudadanos del mundo, sino que también moldea nuestra percepción de la realidad. Nos hacen creer que solo ciertos conflictos importan, que solo ciertos líderes son dignos de atención y que, en definitiva, el mundo es un tablero de ajedrez donde solo se mueven unas pocas piezas.
Es nuestra responsabilidad romper ese cerco informativo. Explorar medios alternativos, buscar fuentes diversas y cuestionar la selección de noticias que nos imponen. Porque mientras nos entretienen con la última declaración de Trump o el enésimo análisis de la guerra en Ucrania, hay un mundo entero que sigue girando, aunque no nos lo cuenten.
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