
Una semana después de que el presidente de la Diputación Provincial presumiera públicamente de “hacer las cosas bien”, la realidad presupuestaria vuelve a poner las palabras en su sitio. El Centro de Congresos de Alicante desaparece de las cuentas de la institución para 2026, sin consignación alguna y sin un calendario mínimamente creíble para su ejecución.
El proyecto, decidido mediante concurso internacional en abril de 2024, queda así en suspensión indefinida. No por falta de ideas —hubo más de 120 propuestas— ni por ausencia de una propuesta ganadora sólida, sino por la incapacidad de la Diputación para asumir un papel activo, coordinador y valiente en una infraestructura que requiere algo más que copiar expedientes de años anteriores.
La institución provincial se limita a recordar que ya pagó los 320.000 euros destinados a la redacción del proyecto, como si cumplir un trámite administrativo agotara cualquier responsabilidad política. El diseño elegido, ‘San Carlos’, planteado por Frade Arquitectos junto a Luca Poian Forms Limited y Prointec, recupera la memoria del antiguo baluarte defensivo del siglo XVII. Un ejercicio de mirada al pasado que, paradójicamente, parece contagiarse a la forma de gestionar el futuro.
Según la vicepresidenta de la Diputación, todo queda ahora supeditado a la aprobación del Plan Especial del Puerto. Un documento urbanístico que avanza a ritmo lento y que se ha convertido en la excusa perfecta para no mojarse, no comprometer fondos y no liderar un proyecto que debería ser estratégico para toda la provincia.
El plan, con un horizonte que apunta a la primavera de 2026, exige la implicación coordinada de Generalitat, Ayuntamiento y Diputación. Sin embargo, mientras otras administraciones hablan de planificación, la Diputación opta por la espera pasiva, sin presupuesto, sin hoja de ruta y sin voluntad de articular un proyecto común. Una actitud que recuerda a lo que ya ocurre con los llamados “circuitos” de música y artes escénicas, o con las políticas de emprendimiento: subvenciones aisladas, sin cohesión territorial ni visión de conjunto.
El futuro Centro de Congresos, previsto sobre una plataforma entre los muelles 9 y A del puerto, con una inversión estimada de más de 100 millones de euros, aspiraba a ser una infraestructura clave para la ciudad y la provincia. Hoy, en cambio, queda reducido a una promesa aplazada (más), pendiente de informes, trámites y silencios administrativos.
Las previsiones más optimistas hablaban de 2030 como fecha de inauguración. A la vista de la falta de consignación presupuestaria y de una Diputación que prefiere no liderar proyectos transversales, esa fecha empieza a parecer menos una meta y más otro brindis al sol.



















Deja una respuesta