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En Alicante lo que funciona… molesta

4 de diciembre de 2025 por Jon López Dávila Deja un comentario

Hay una ley no escrita en esta ciudad: cuando algo triunfa, aparece un iluminado de fuera para estropearlo. Y lo peor es que siempre lo conseguimos. Somos únicos en esa mezcla de entusiasmo inicial y demolición espontánea del éxito ajeno. Y la Cultura, claro, es la primera en caer.

Ahí está Producciones Baltimore, que lleva años levantando industria cultural donde antes solo había solares, generando empleo, atrayendo a las mejores bandas del país y situando a Alicante en el mapa musical nacional. Pero aquí, en vez de cuidar lo que funciona, preferimos mirarlo con recelo, como si triunfar en nuestra tierra fuese un acto de insolencia.

Y claro, luego pasa lo de siempre: nos quedamos con el titular bonito —“Alicante tendrá un megacomplejo de conciertos para 20.000 personas”— pero el proyecto real, el que da de comer todos los días, el que ha demostrado su solvencia y su capacidad… ese lo dejamos en un cajón o directamente lo empujamos al exilio.

La historia se repite más que las obras eternas del centro. Y por si no se han dado cuenta, no hace fala joder la trayectoria y la imagen de algo que funciona, para vendernos una burbuja cimentada en supuestos. Entre otras cosas, porque si el proyecto pretende tener éxito, debería ir de la mano de la productora más solvente, el principal Club de fútbol de la ciudad y un consenso, que no parece que sea la pretensión de quien viene a descubrir América en las ruinas de Rabasa.

Porque ya lo acabamos de ver en el Puerto. En la Plaza de Toros, tres cuartos de lo mismo. Y podríamos alargar la lista hasta darle varias vueltas al Benacantil: La Ciudad de la Luz fue cerrada por sentencia, el Palacio de Congresos que nunca llega, el museo internacional que no cuaja, Las Harineras que se derrumban solas, el Ideal acumulando telarañas, La Británica abandonada, las ampliaciones improvisadas de Las Cigarreras, el edificio del MACA que nunca aparece, la Estación convertida en eco, Casa Mediterráneo reinventándose a ritmo de decretazo… pero sin museo ni hostias…

Y, si me apuras, algún día también yo, cuando se me enfríe la inspiración, no pueda pagar el alquiler y tenga que irme a un lugar donde la Cultura no sea una moneda de cambio, sino un bien preciado.

Ahora llega el proyecto del Alicante Park en Rabasa: estadio nuevo, macroespacio para 30 conciertos al año, 20.000 personas, millones en impacto económico, el socio del Real Madrid (que no del Hércules ni del Intercity), luces, potencia, épica… Nada en contra. Ojalá salga bien. Ojalá lo usen. Ojalá no nos hipotequemos otros treinta años para luego descubrir que hemos construido otro monstruo vacío para enseñar en PowerPoint.

Porque lo que de verdad duele es que, mientras apuntamos al estadio del futuro, corremos el riesgo de perder lo que ya funciona en el presente. Baltimore no vive de promesas de 33 millones ni de renders en 4K. Vive de levantar escenarios, atraer público, pagar nóminas y consolidar industria cultural real. Algo que en Alicante, por algún motivo insondable, siempre parece más difícil de valorar que la enésima maqueta futurista que nunca llega a nada. Y en la que cobra el ideario, el arquitecto y nadie más.

En esta ciudad nos encanta proyectar edificios que jamás se construyen y destruir los proyectos que sí funcionan. Somos, en definitiva, especialistas en quedarnos sin lo bueno mientras perseguimos lo imposible.

A ver si algún día aprendemos a cuidar lo que ya da frutos antes de poner otra semilla en un campo que luego nadie riega. Porque los conciertos necesitan escenario… pero la Cultura necesita raíces. Y esas, cuando se arrancan, no suelen volver.

Publicado en: en portada, noticia cultural, noticias breves, opinión, Política, REVISTA, SOCIAL




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