
En la búsqueda de una transición energética sustentable, el dilema entre la autosuficiencia y la conservación de la biodiversidad se vuelve cada vez más evidente. La expansión de los parques eólicos ha traído consigo un grave impacto sobre la fauna, con la muerte anual de millones de aves y murciélagos. Ante esta situación, nuevas normativas buscan mitigar el problema imponiendo restricciones a la actividad de los aerogeneradores. Sin embargo, la solución no es tan sencilla, y surge la pregunta: ¿qué energía necesitamos y cómo encontramos el equilibrio adecuado?
El precio de la energía limpia
El impulso hacia una economía descarbonizada ha llevado a un crecimiento acelerado de la energía eólica en España. Con un incremento del 43% en la generación eléctrica basada en el viento entre 2011 y 2024, esta fuente representa ya el 23% de la producción total. Sin embargo, este avance también tiene un costo ambiental considerable. Se estima que los aerogeneradores son responsables de la muerte de más de seis millones de aves y un millón de murciélagos al año.
Para frenar esta sangría, el nuevo decreto de Transición Ecológica establece que los parques eólicos deberán contar con sistemas de parada automática cuando se detecte un riesgo de colisión con aves y suspender su funcionamiento en noches de baja velocidad de viento durante los meses en los que los murciélagos son más activos. Aunque necesaria, esta medida tiene un impacto limitado, ya que no previene todas las muertes y podría reducir en solo un 1% las ganancias de las compañías energéticas.
Autosuficiencia energética y conservación: un equilibrio frágil
España aspira a ser autosuficiente energéticamente, reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles y reforzando su seguridad energética. Sin embargo, esta autosuficiencia no puede lograrse a cualquier costo. La ubicación de los aerogeneradores en rutas migratorias y zonas de alta biodiversidad es una de las principales causas del problema. Como han sugerido los expertos, el primer paso debería ser evitar la instalación de parques eólicos en zonas sensibles y promover un planeamiento estratégico basado en mapas de sensibilidad ecológica.
La crisis climática y la crisis de biodiversidad están intrínsecamente ligadas. No se puede combatir una mientras se agrava la otra. La transición energética debe hacerse con responsabilidad, minimizando su impacto sobre los ecosistemas. La tecnología ofrece soluciones, desde sistemas de radar y detección avanzada hasta el desarrollo de energías alternativas como la solar flotante o la geotermia. La cuestión no es solo generar energía, sino hacerlo de manera compatible con la preservación del medioambiente.
Un doble rasero: protección selectiva de la fauna
Resulta irónico que, mientras se imponen restricciones a la energía eólica para reducir la mortalidad de aves y murciélagos, al mismo tiempo se permita la caza de 100.000 tórtolas en España. La gestión de la biodiversidad parece seguir una lógica contradictoria, en la que algunas especies son protegidas mientras otras son sacrificadas bajo el pretexto de la tradición cinegética.
Si se busca realmente un equilibrio entre el desarrollo energético y la conservación de la fauna, la regulación debe ser coherente y basada en criterios científicos y ecológicos. La transición energética no puede convertirse en una guerra de sacrificios, donde se escoge qué daño es aceptable y cuál no. Es momento de establecer prioridades claras y de encontrar soluciones que permitan avanzar hacia un futuro energéticamente sostenible sin hipotecar nuestra biodiversidad.
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