La Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Alicante, ambos gobernados por el Partido Popular, han presentado a bombo y platillo nuevas inversiones en mantenimiento de colegios y construcción de centros educativos. Sin embargo, detrás de las cifras y las visitas institucionales se esconde una realidad incómoda: la apuesta por la escuela pública sigue siendo insuficiente y, en muchos casos, meramente cosmética.
El alcalde Luis Barcala anunció que el Ayuntamiento ha triplicado el presupuesto anual para mantenimiento de colegios, alcanzando los 1,3 millones de euros. A simple vista, la cifra puede parecer contundente. Pero, ¿es realmente una inversión estructural que garantice una educación pública de calidad, o simplemente una operación de imagen para tapar años de abandono?
Si tenemos en cuenta que el parque escolar de Alicante acumula décadas de deficiencias, problemas de climatización, carencias de personal de mantenimiento y barreras arquitectónicas, este incremento se queda corto. Se trata de un parche, no de una estrategia integral.
Los nuevos centros, logros tardíos
El CEIP La Almadraba abrirá en septiembre de 2026 y el CEIP 56 iniciará el curso este 8 de septiembre. Ambas son buenas noticias, pero llegan tras años de demandas vecinales y después de que gobiernos anteriores —incluido el del propio PP en etapas previas— dejaran congelados proyectos imprescindibles.
Resulta llamativo que la inauguración de obras y centros coincida con el ciclo electoral y que se presenten como grandes logros tras años de inacción, cuando no de recortes.
Preferencia por la educación concertada y privada
Mientras se presume de contratos de mantenimiento y nuevas infraestructuras, la política educativa del PP sigue orientada hacia el fortalecimiento de la red concertada y privada, desviando recursos y alumnado hacia un modelo que, lejos de garantizar igualdad de oportunidades, profundiza en la segregación escolar.
La apuesta por la pública no se mide por cifras puntuales de inversión, sino por un compromiso continuado y estructural: más plantillas, más recursos pedagógicos, mejores condiciones para el profesorado, programas de apoyo inclusivo y una planificación urbana que priorice la educación pública.
El reto pendiente: pasar del escaparate a la realidad
La escuela pública necesita algo más que centros “bonitos” para la foto de campaña. Precisa de un plan serio que garantice su sostenibilidad a largo plazo, su modernización real y su capacidad para ofrecer igualdad educativa en un contexto de creciente desigualdad social.
Las cifras presentadas por Barcala y Mazón, aunque superiores a las de años anteriores, no logran ocultar que se sigue apostando por un modelo dual que beneficia a unos pocos mientras la mayoría continúa en aulas masificadas, con recursos limitados y proyectos que llegan con décadas de retraso.
















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