
En una ciudad donde la llegada del verano y las Hogueras oficiales parecen equivaler a un apagón cultural, al ruido sin contenido y al encierro de espacios comunes tras barreras VIP, resulta profundamente esperanzador ver cómo un grupo de personas decide ir a contracorriente. Las Fogueres Populars i Combatives de Alicante, que este año celebran su edición del 20 al 23 de junio, son un soplo de aire fresco, un espacio auto-gestionado que planta cara al modelo oficial desde la colectividad, la denuncia y la creatividad.
Mientras en el centro se impone el chabaquismo folclórico, las puertas cerradas de barracas exclusivas y una agenda institucional anodina, en barrios como Carolines y con puntos clave como La Meca, la Plaça del 25 de Maig, l’Hort Comunitari o Ultrasolar, se cuece otra fiesta: más libre, más crítica y, sobre todo, más viva.
Estas Fogueres no se limitan a ofrecer conciertos o paellas populares. Su propuesta va mucho más allá. Desde la concentración contra el genocidio en Palestina hasta la presentación de feminismos disidentes, pasando por una gimcana antifascista. La programación está atravesada por una mirada política que no se esconde ni se disfraza. Aquí, los conciertos son también trincheras, y las jam sessions —como la organizada por la CNT— son espacios de expresión que abren los márgenes del arte y la protesta.
Las Fogueres Combatives demuestran que es posible celebrar sin renunciar a pensar. Que se puede levantar una fiesta popular que no se doblegue ante la lógica de la exclusividad ni de la banalidad. Que hay otras formas de ocupar el espacio público con alegría y rabia a partes iguales.
Espacios abiertos y precios populares
Otra de las claves de esta propuesta es su modelo abierto y accesible. Todas las actividades son autogestionadas, con precios populares y con un enfoque profundamente inclusivo. Lejos de las barracas privatizadas y de los recintos donde solo entra quien tiene invitación, aquí lo que se fomenta es la convivencia entre vecinas, la música en directo sin vallas y la comida compartida sin ánimo de lucro.
En un tiempo donde las instituciones parecen haber renunciado a defender la cultura crítica, estos colectivos —sin subvenciones, sin alfombras rojas, sin postureo— están levantando una alternativa. Y eso es precisamente lo que incomoda: que haya quien se atreva a encender una hoguera distinta, que no busca quemar solo para entretener, sino para recordar, unir y transformar.
PROGRAMACIÓN

Deja una respuesta