
Por la educación que recibimos, tendemos a llorar las muertes, en lugar de, como hacen los mejicanos, celebrar la vida. Desde ayer, Miguela Dávila es un puzzle de buenos recuerdos. Su legado es que cada uno tenemos nuestros piezas sueltas y para completar su historia tenemos que juntarnos, compartirlos y seguir escribiendo una historia con la perspectiva que su presencia en este mundo nos ha regalado.
La pena de hoy, es una forma de amor y el vacío que todos sentimos dentro, una manera de aprender a transformar el hecho de echarla de menos, en recordar todo lo bueno que hizo por cada uno de nosotros.
La evidencia de que su presencia mereció la pena, es que todos nosotros estemos hoy aquí. Que el final haya sido duro, no significa que debamos olvidar el proceso, la vida y todos los sentimientos que ella ha generado durante los casi 77 años que ha estado cosiendo las partes rotas de nuestras vidas, mientras arreglaba las suyas.
Cada uno gestiona todas esas diapositivas, que a todos nos taladran la cabeza estos días, de la manera que puede. Lo mejor que podemos hacer ahora es no reprimirnos, porque llorar es sano, igual que es bueno reírse aunque no proceda. Recordar, también, es una forma de que siga viva, abrazarnos es un medio para que compartamos el cansancio y la pena que esto haya generado. Y hablar es una manera de iniciar el proceso de la vida que vamos a empezar a vivir sin su presencia física.
Sin ella aquí, debemos pensar que su mejor herencia es la certeza de que la lucha merece la pena, hasta el último aliento. Incluso cuando nos dicen que la batalla está perdida. Porque si algo debemos extraer de esto es que la vida no es nada sin certezas, aunque a veces haya que discutir por ellas con las personas que más quieres.
Es curioso que tu última frase fuera que “el amor es elástico”. Porque tu mayor virtud fue enseñarnos que: masticar las cosas bien, te ayuda a tragar mejor lo que no te gusta y a degustar todo el sabor de lo que te satisface de verdad.
Ahora nos toca paladear tu vida sin verte, pero sintiéndote, como cuando el martes, mientras Lucía desayunaba, con las ventanas cerradas, apareció una mariposa en mi cocina, abrí la ventana y salió volando. Recordé la última frase que me dijiste: “cuando esté bien iré a verte a Alicante” Tuve la sensación de que ibas a morirte pronto, pero me consuela pensar que ibas a estar bien, como volando y en paz, justo como espero que, cuando lloremos todo lo que nos queda dentro, podamos recordarte a ti.
Te quiere. Tu familia.
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