
La alimentación es un pilar fundamental de nuestra salud y, sin embargo, sigue siendo víctima de intereses comerciales que anteponen el beneficio económico a la calidad de los productos. La reciente investigación de LA UNIÓ Llauradora i Ramadera ha revelado preocupantes irregularidades en las mieles de marca blanca que se comercializan en supermercados de la Comunitat Valenciana. Una vez más, los consumidores y los apicultores se ven perjudicados por un sistema de distribución que prioriza el precio sobre la calidad y la transparencia.
Los análisis realizados por la Universitat Politècnica de València, a petición de la organización agraria, han confirmado la presencia de adulteraciones en algunas de estas mieles. Entre las irregularidades detectadas destacan la adición de azúcares extraños, la presencia de niveles ilegales de hidroximetilfurfural (HMF) -indicativo de un sobrecalentamiento o almacenamiento indebido- y, lo más grave, el engaño en el etiquetado del origen del producto. Se ha comprobado que muchas de las mieles no contienen polen característico de las zonas de procedencia declaradas en el envase, lo que supone un fraude que pone en jaque la confianza del consumidor y debilita a los productores locales.
Esta situación no es un caso aislado, sino un reflejo de un problema sistémico en la industria alimentaria. Los intermediarios, que son demasiados y con demasiada capacidad de maniobra, aprovechan los vacíos legales y la falta de inspecciones rigurosas para introducir en el mercado productos de dudosa calidad. Mientras tanto, los pequeños productores que sí cumplen con los estándares se ven obligados a competir en condiciones desleales, enfrentándose a precios artificialmente bajos y a una demanda cada vez más desinformada.
El comercio de proximidad, que apuesta por la trazabilidad y la calidad, se convierte así en una de las pocas alternativas seguras para los consumidores. Sin embargo, sin un respaldo institucional firme que garantice controles estrictos y sanciones ejemplares, la competencia desleal seguirá afectando tanto a productores como a consumidores. LA UNIÓ ya ha exigido a la Generalitat Valenciana medidas urgentes para reforzar las inspecciones y penalizar a las empresas que comercialicen miel adulterada o con etiquetado engañoso. No basta con simples advertencias: es necesario un control efectivo que devuelva la confianza en los alimentos que llegan a nuestra mesa.
Los consumidores tenemos derecho a una alimentación segura y de calidad. Las autoridades deben asumir su responsabilidad y garantizar que los productos comercializados cumplen con los estándares establecidos. No podemos seguir permitiendo que la falta de control siga dañando la economía local y nuestra salud. La miel es solo un ejemplo de un problema mayor: si no se toman medidas contundentes ahora, ¿qué otros alimentos podrían estar siendo adulterados sin que lo sepamos?
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