
Cada 05 de octubre el calendario recuerda algo que no deberíamos olvidar nunca: el Día Mundial de las y los Docentes. La Unesco lo estableció en 1994 para reconocer la tarea de quienes enseñan, pero lo cierto es que ningún día alcanza para agradecer a quienes, desde el aula o la pantalla, desde una escuela rural o una universidad pública, hacen posible el milagro cotidiano de aprender.
Ser docente no es solo impartir conocimientos: es compartir humanidad. Es escuchar, acompañar, contener y creer. La docencia es, más que una profesión, una forma de estar en el mundo. Pero no una forma solitaria, sino profundamente colectiva. Enseñar es construir con otros: con los colegas que comparten estrategias, con las familias que acompañan, con los estudiantes que interrogan y desafían. Solo así la enseñanza se vuelve viva, transformadora, capaz de mejorar el aprendizaje y fortalecer la comunidad.
Sin embargo, esa entrega inmensa convive con una paradoja dolorosa: quienes enseñan son, demasiadas veces, quienes menos tienen. Sus salarios no reflejan la magnitud de su tarea, ni sus condiciones laborales corresponden al valor social que se proclama cada octubre. Hablar de calidad educativa sin hablar de dignidad docente es olvidar que detrás de cada logro escolar hay una persona que dedica su tiempo, su energía y su corazón, muchas veces a costa del propio descanso o del bolsillo.
Reconocer al maestro no puede quedarse en el aplauso simbólico. Es necesario garantizarle respeto, estabilidad y retribución justa. Porque no hay mejor inversión pública que un docente bien formado, bien acompañado, con los descansos que requiere y justamente remunerado. Porque sin ellos no hay futuro posible.
Yo también recuerdo al profesor que cambió mi manera de mirar el mundo. No lo hizo con grandes discursos, sino con su forma de escuchar, con su confianza serena, con su convicción de que todos podíamos aprender. A veces basta que un maestro crea en ti para que empieces a creer tú mismo. Y eso, no está pagado.
Hoy, más que felicitar, toca agradecer y reivindicar:
- Gracias a quienes enseñan y aprenden, a quienes sostienen la esperanza incluso cuando falta todo lo demás.
- Gracias a quienes siembran conocimiento en tiempos difíciles, sabiendo que su cosecha —la de un mundo más justo, más libre, más sabio— quizás ellos no lleguen a verla, pero nosotros sí.
¡Feliz Día Mundial de las y los Docentes!
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