
Mientras Madrid reduce los permisos para la música callejera y deja a 181 músicos sin autorización, en Alicante la situación es aún más draconiana: tocar en la calle es casi una misión imposible. La capital alicantina, con más de 300 días de sol al año, plazas pintorescas, castillos imponentes y decenas de paradas de Tram donde podría florecer el arte urbano, impone restricciones tan severas que pocos músicos se atreven a desafiar la normativa.
Un reglamento que desalienta la expresión artística
En Alicante, la ordenanza municipal exige permisos específicos para la realización de espectáculos callejeros, incluyendo la música. Sin embargo, la obtención de estos permisos se convierte en un obstáculo insalvable debido a la rigidez de la normativa y a la falta de voluntad política para promover la cultura en la vía pública.
Para obtener la autorización es necesario presentar una solicitud formal, aportar documentación sobre la actividad a realizar y esperar una resolución administrativa que puede tardar semanas o meses. No existe un sistema ágil como el de Madrid, donde hasta ahora bastaba con una simple inscripción y un sorteo para regular el espacio disponible. En Alicante, la burocracia y la falta de claridad en los procedimientos terminan desalentando a los músicos.
Espacios públicos vacíos de arte
Resulta paradójico que una ciudad con tantos espacios idóneos para la música callejera imponga tantas trabas a su desarrollo. La Explanada de España, el Castillo de Santa Bárbara o las estaciones del Tram podrían ser escenarios vibrantes de arte y cultura, pero las restricciones convierten la expresión musical en una actividad casi clandestina.
En contraposición con la política de Madrid, donde al menos 250 músicos contarán con autorización hasta 2025, Alicante ni siquiera ofrece una cuota oficial. Los artistas se ven forzados a actuar sin permisos, bajo la amenaza de sanciones económicas y expulsiones por parte de la policía local. Además, la falta de empatía de algunos vecinos, que ven cualquier manifestación artística en la calle como una molestia en lugar de un aporte cultural, agrava aún más la situación.
No todo es música: el olvido del teatro y el circo callejero
No todo espectáculo callejero es musical. Existen también obras de teatro y espectáculos de circo que no requieren ningún tipo de sonorización, y sin embargo, también enfrentan las mismas trabas burocráticas. Representaciones teatrales mudas, malabares, mimos o espectáculos de magia podrían enriquecer la experiencia urbana sin generar ruido alguno, pero la normativa no hace distinciones ni promueve su desarrollo.
Más que una cuestión de cultura
Los músicos y artistas callejeros no solo aportan arte a las ciudades, sino también dinamismo económico y atractivo turístico. Sin embargo, Alicante parece no reconocer este valor y mantiene una postura hostil hacia la expresión artística espontánea. Mientras en Madrid los recortes a la música callejera han provocado una ola de críticas, en Alicante ni siquiera se ha abierto el debate sobre la necesidad de facilitar estos permisos.
Los artistas locales reclaman un sistema justo y accesible que permita desarrollar su talento en la calle sin miedo a represalias. Si Madrid recorta la cultura, Alicante la ha erradicado por completo.
La pregunta es clara: ¿A qué espera el Ayuntamiento de Alicante para entender que la música y el arte en la calle son un derecho y no un delito?
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