El Ayuntamiento de Alicante podría estar ante una oportunidad histórica para marcar un antes y un después en la política local –y quizás nacional–. Por primera vez en mucho tiempo, los dos grandes partidos, PP y PSOE, se sientan a negociar en busca de un consenso clave: la aprobación del plan de ajuste económico al que está obligado el consistorio tras incumplir la regla de gasto el pasado año. La reunión, celebrada este jueves, representa algo más que una negociación técnica: podría ser el punto de partida de una nueva etapa en la que las formaciones mayoritarias se entiendan para proteger la estabilidad democrática y social frente a las presiones de los extremos.
El contexto no es menor. El Ayuntamiento necesita aprobar un plan de ajuste financiero que permita garantizar el equilibrio presupuestario hasta 2026. Sin embargo, el apoyo de Vox –socio preferente del actual equipo de gobierno del PP– está condicionado a la aceptación de una serie de propuestas ideológicas que suponen un retroceso en materia de derechos y convivencia social. Ante esa tesitura, el grupo socialista ha dado un paso adelante, ofreciendo una abstención estratégica que permitiría la aprobación del plan sin tener que ceder ante la agenda ultraconservadora.
Este movimiento del PSOE, más allá del plano técnico-financiero, tiene una fuerte carga simbólica y política: plantea una vía de colaboración institucional entre las dos grandes formaciones del país que podría replicarse en otros municipios o incluso a nivel estatal. Frente a una deriva de polarización y radicalización, se propone un pacto de responsabilidad, con vocación de gobierno, para blindar los valores de una sociedad plural, inclusiva y moderna.
En este sentido, el gesto del grupo socialista no es una concesión, sino una toma de posición firme: la defensa de un modelo de ciudad abierta y tolerante, frente al chantaje ideológico de quienes quieren imponer una agenda excluyente. Además, se exige la retirada de competencias del concejal responsable del área económica, cuya gestión ha sido duramente cuestionada.
La reunión entre PP y PSOE no ha sido casual ni anecdótica. Es el primer encuentro formal que abre la puerta a una posible alianza institucional que podría redefinir las dinámicas de poder en el consistorio alicantino. Aunque desde el equipo de gobierno no se han ofrecido declaraciones públicas sobre el contenido de las negociaciones, la mera celebración de esta reunión ya supone un giro significativo. Porque, puede que el mando cambie en 2 años, o no, pero conviene que haya cierta cordialidad que siente las bases de unos mínimos en los que las paridas retrógradas de Vox no tengan cabida jamás.
Lo que está en juego no es solo un plan financiero, sino la posibilidad de establecer una nueva forma de hacer política: basada en el entendimiento entre los grandes partidos para neutralizar a los extremos y preservar la cohesión social. Alicante podría convertirse en el laboratorio de una política más madura, centrada en las soluciones y no en los enfrentamientos estériles. Un paso valiente hacia una democracia más sólida y resistente a las tensiones de la radicalidad emergente.
















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