
Alicante se prepara para recibir a un grupo selecto de visitantes: touroperadores, periodistas especializados y agentes MICE. No es para menos. Hay que mostrarles la mejor cara de la ciudad, una que a veces ni siquiera los propios alicantinos reconocen. Entre el 20 de marzo y el 6 de abril, la ciudad se convertirá en un decorado de postal, con un itinerario tan pulido que ni la más mínima imperfección podrá empañar la experiencia de estos privilegiados espectadores.
(Y nosotros vamos a daros una visión un punto irónica de lo que visto como alicantinos, y alicantinas, supone, en realidad esta visita que el Ayuntamiento nos vende como la panacea del negocio…)
Los ilustres invitados recorrerán el casco antiguo, se maravillarán con la majestuosidad del Castillo de Santa Bárbara, pasearán por la Explanada y disfrutarán de un taller sobre el arroz alicantino, ese mismo plato que muchos locales solo pueden permitirse en ocasiones especiales si no quieren que la cuenta les arruine el mes.
Los touroperadores británicos de Jet2, por ejemplo, llegarán con el objetivo de diseñar paquetes turísticos irresistibles. Se les llevará a los mejores establecimientos, a los hoteles más exclusivos y a restaurantes donde cada plato es un poema gastronómico. ¿Verán acaso los locales cerrados del centro? ¿Descubrirán que muchos barrios de la ciudad viven ajenos a esta supuesta explosión turística? Difícilmente, por no hablar de los temas candentes, como la gentrificación, la proliferación de pisos turísticos a lo que esto va a contribuir y todos estos pequeños detalles que el postureo barre.
Porque, también, habrá un «fam trip» de Evolution Travel, un touroperador italiano que seguramente quedará prendado de la oferta gastronómica y cultural de la ciudad. ¿Les contarán sobre la dificultad de encontrar vivienda en un mercado saturado por alquileres vacacionales? Probablemente no. La idea es vender un destino, no mostrar sus fisuras.
El plato fuerte será la visita de periodistas neoyorquinos, que tendrán la ardua tarea de relatar con palabras bellas lo que vean en su recorrido por la catedral de San Nicolás, Santa Cruz y el Mercado Central. Un mercado que, dicho sea de paso, es el mismo en el que cada vez menos alicantinos pueden permitirse hacer la compra con regularidad, asfixiados por la subida de precios. Pero eso no aparecerá en los artículos.
Para rematar, llega la televisión checa con su programa «Foodies Viajando», acompañado de una estrella del cine. Alicante será una fiesta, un festín, una capital gastronómica de ensueño. Las cámaras grabarán los mejores planos de arroces dorados al punto, vinos que brillan bajo la luz del Mediterráneo y mercados llenos de vida. Mientras tanto, los residentes seguirán enfrentándose a los problemas de movilidad, la falta de planificación urbana y la precariedad laboral en sectores clave.
Así es como se vende Alicante: como una joya perfecta, sin mácula, lista para ser disfrutada por turistas de alto nivel. Y en cierto modo, lo es. Pero solo para quien se quede con la versión oficial, con la ciudad de escaparate que se despliega durante estos viajes cuidadosamente orquestados. Para los que viven aquí todo el año, la realidad es otra historia.
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