
Trabajo 40 horas a la semana. Escribo entre 60 y 70 posts. Mantengo una agenda al día, crío a una hija de cinco años y, además, tengo mi vida. Mi forma de disfrutar, mi manera de desconectar. No soy una máquina. Aunque, a veces, lo parezca. Soy un militante. De la cultura y de la vida. Y, por eso, descanso de pantallas un día a la semana.
El 90% del trabajo que se hace en la web lo hago yo. Y, aunque me esfuerzo por desconectar todos los días consumiendo cultura, teniendo vida social, paseando o dejando que el sol me agasaje, hay un día en que mis ojos, desgastados y con presbicia, requieren mirar cosas que no sean rectangulares y brillantes. Han visto demasiadas letras, demasiados píxeles, demasiadas notificaciones. Se merecen un respiro.
Es un gesto simple, casi subversivo en estos tiempos de conexión constante. 24 horas sin pantallas. Sin teclados. Sin la dictadura del refresh y la urgencia del like. 24 horas en las que mi mirada descansa sobre el horizonte, sobre las páginas de un libro impreso, sobre la espuma del café bien hecho o las pecas de mi hija. Recupero la capacidad de ver sin el filtro azul de una pantalla. De pensar sin urgencias digitales. De existir en otro ritmo.
Y sí, lo confieso: a veces es difícil. A veces la tentación es grande. Porque soy consciente de que el mundo no para, que la actualidad manda y que mi dedo, ya programado como un autómata, se desliza en busca de una pantalla, como un viejo amor que no sabe decir adiós. Pero la recompensa de resistir – sin pensarlo – es enorme. Respiro otros colores, otras texturas, otras luces. Mi cerebro, agradecido, deja de procesar en pestañas y vuelve a hacerlo en pensamientos a los que puedo dedicar tiempo. Y eso hace que luego pueda transmitiros las cosas con otro ánimo y otra objetividad.
No somos solo lo que producimos. Somos lo que sentimos, lo que respiramos, lo que descansamos y lo que vivimos. Y cuando nos cuesta levantarnos, nos falta aliento, estamos pesimistas o creemos que no tenemos fuerzas para hacer algo, el hecho de haber desconectado me recuerda que las tengo. Y a veces, solo a veces, lo único que necesito es apagar la pantalla para darme cuenta.
(pero tú no dejes de leer quefas.es que aunque pare, dejo programadas cosas para que no pierdas ripio…)
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