
Un cronista tiene un punto de psicópata, porque para escribir lo que otros no ven, debe abstraerse hasta un punto que muchas veces roza la locura. Lo evidente, todo el mundo lo ve. Generalmente, desde un punto de vista hiper-efusivo provocado por el alcohol, las drogas, o la sensación de estar de fiesta. Pero yo, acabo siendo un catador de momentos, que busca en la observación la clave para saber donde está el hilo conductor del relato, de en este caso, el segundo día en Spring Festival 2025.
La experiencia requiere hablar, saber cuándo te puedes sentar, cuándo hay que estar en mitad de un pogo, o cuando hay que entrar a un foso para oler los disparos de cámaras de los fotógrafos, que son una especie hermana, aliada y alejada de la efusividad, o dicho de otra manera: trabajando. Que en un festival, no es fácil.
La psicopatía en si, es la búsqueda del momento, en medio de las 10 horas que dura un día de festival, Eso que paga toda tu entrada. Y como ayer, no siempre lo encuentras ni donde está la muchedumbre, ni en la parte teledirigida del cartel marcada con letras más grandes.
Ayer, de hecho, nació en un hecho poco habitual. He visto, y vivido, muchas cosas este fin de semana en el recinto del festival, pero ninguna como La preparación de Alcalá Norte para tocar. Fue un momento evocador, meterse, con otros 100 o 200 locos, desperdigados por la valla del escenario 2, viendo como una banda que está a punto de terminar de petarla, visualiza lo que va a hacer 20 o 30 minutos después.
Los nervios, o la forma de vivir eso que hace nada era una mera aspiración. Mientras se evaden de que hay 25.000 personas, que pronto van a centrar su atención en ellos. O como gestionan saber que , a pesar de esa presión, van a parar el mundo tocando para ellos, sin que se oiga fuera lo que prueban. Todo como una especie de ritual para sentirte seguros de que van a escucharse. Como queriendo convertir esa prueba en un ensayo en uno de esos pequeños locales, que huelen a humedad. Y sudor.
Mis vans ya están llenas de polvo, los ojos pesan, diría que son dos ojeras intentando encontrar un sitio en el que explotar, justo encima del bostezo y la parte de vejez que pretende, solo pretende, arrugarme los mofletes y la comisura de los labios. Todo acaba cuando Barbosa hace su ritual de la bota de vino, con los acorde de «Dr Kozhev» envolviendo el principio.
«Para ser humano hacen falta 2», cantan. Pero el otro, no tiene por qué ser humano. O puede que ni si quiera tenga que ejercer como tal, y simplemente baile a unos metros de ti, viendo como pegan los nuevos visuales del biomán fumador, los asteroides o «Cuéntame», con «Supermán», «El guerrero marroquí» y el resto de temas.
Todo, con un contexto, sienta mejor. Puedes matizar el amor, la sensación de cómo te sienta esta u otra canción, o imaginar como sería la escena, cuando alguno de ellos trajo la idea de «La Calle Elfo» al local y como acabó eso en que el Dr Rock lleve una camiseta de Finde Fantasma, Álvaro Rivas se emocione sentado al borde del escenario, o porte una corona de espinas (sin camiseta del Hércules) o miles de personas se sepan la puta letra.
Quien no estuvo ahí para hilarlo, no entiende que esto supere a un hit de Fangoria o de Mikel Izal, o a descubrir a Repion, o lo que luego hizo María Escarmiento en el mismo sitio un rato después. Pero aunque está de moda sobrevalorar el momento, el contexto sigue importando. Y esto, es lo que da sentido a todo lo demás.
Del resto del segundo día, mereció mucho la pena no haber dormido la siesta para poder ver a Repion. Las cántabras se han pasado últimamente, por alguna sala de por aquí. Molan, mucho. Tienen un directo maravilloso, y (Santa) Teresa tiene uno de los mejores golpeos de caja que he visto en mucho tiempo. Cómo dice Zahara en «Demasiadas canciones» faltan grupos de mujeres en los carteles de los festivales. Y Repion secundó la moción siendo el soplo de aire fresco (en una tarde a 30 grados) mezclando pura distorsión, con una versión «sutil», del «Canadá» de Lori Meyers, cantos a capella y versiones perfectas del disco que las encumbró definitivamente hace un par de años.
Sin faltar a nadie… me quedo con una frase sacada de una conversación yendo al escenario 1: «más Repion, Ginebras, Shego, Bala y La 126 y menos capítulo repetido de Izal & company».
Siguiendo el orden cronológico del calor. Y con el talento femenino, Amaia dio un show interesante. Más que por la calidad de su música, innegable, obviamente, porque se saltó a la torera todos los clichés establecidos por los festivales. A tomar por culo el 4×4, los estribillos y los hits bailongos para que la gente se mueva, y el guion al dedillo, para que no se mareen los técnicos del escenario.
La navarra pasó calor. Pero creo que la organización estuvo atinadísima poniendo su concierto a las 19.00h y un segundo día. Porque valorar desde la calma, ese show que a veces evocaba una función de colegio, y otras un plató de televisión de los 80, mientras Amaia cantaba jotas,una versión del «Santos que yo te pinte», tocaba el arpa, el piano, la guitarra, mantenía diálogos improvisados o taconeaba sobre una tarima, fue uno de esos momentos épicos que todo festival debería tener (y no pasa siempre). Quizá sea la edad, pero (siendo redundante) yo prefiero esto, o imaginarme un cartel con Rodrigo Cuevas, Vicente Navarro, María Arnal, Rocío Márquez o Silvia Pérez Cruz, relajado, con un buen césped sobre el que posar el culo de vez en cuando, que volver a Miss Caffeina, otra vez.
Después de eso, debo reconocer que me cortó el rollo la primera imagen con la crucecita y el disfraz de fraile del siguiente concierto. Hay veces que el guion que uno se trae de casa se cumple. Y esto y Mikel Izal repitiendo al dedillo el mismo concierto del WARM UP, me hizo buscar otros conceptos. Con el primero, me zampé una marinera (que manda huevos que siendo Alicante capital de la Gastronomía 2025, los gastropatros del Spring sean Elpozo y 1001 Sabores de la Región de Murcia).
Y para el dejavú izaliano, me fui con las chicas de Apunt a ver como entraban en directo desde la zona VIP. Y aquí, voy a decir algo, que en 20 años de cronista de conciertos no he dicho. Pagar un plus por ver un concierto a 1 kilómetro del escenario es de gilipollas. Y sí, entiendo la exclusividad, no hacer cola para mear, o que te cobren un euro menos en las 1000 cervezas que te vas a tomar, porque visto así, amortizas… Pero al que le gusta la música, no se queda ahí, con el brilli brilli y apoyado en una valla creyendo que está viendo un concierto.
Volviendo al directo de Apunt, la verdad, es que me retrotrajo a momentos de mis inicios periodísticos. Los nervios previos, tener que montar un guion de 40 segundos en un cuaderno, mientras la cámara enfoca, establece conexión con el «centro de operaciones» y ver todo el proceso entre el montaje y la emisión fue muy divertido. Además, desde arriba, vi una de las imágenes más surrealistas que haya visto en un festival. Estaba tocando Mikel Izal, y había más gente mirando al lado opuesto del escenario, que al espectáculo. Sé que soy redundante, pero añoro los tiempos en los que aunque fuéramos 1000 personas viendo un festival, íbamos por la música, no para grabar un hit en el móvil, emborracharnos (que también) y pasar de todo…
Ojete Calor fue un buen cambio de tercio. Se agradece un poco de ironía, aunque me pregunto si un alto porcentaje de los presentes, entiende que lo de «Extremismo mal» va con sorna, o que la que sí va dedicada a ellos (y a mí hoy) es «opino de que».
De Areces y Gómez, siempre me maravilla el momento de las versiones, que te permite distinguir a la perfección a los faranduleros, de los mitómanos. Gracias a «El Bimbó» o «Para hacer bien el amor…» he tenido conversaciones muy sesudas, con gente muy seria, irónicamente, también, viendo el show de estos dos. Y vale para el concierto de después, esto de que, incluso si no te gusta la música, entre 25.000 personas, siempre puedes encontrar un camino hacia la diversión. O, al menos, buscarlo. Sino es con la burla, puede ser con la mordacidad, un baile sarcástico, o un juego de miradas a cien metros buscando complicidad, o «sinceridad no pedida».
De Fangoria, no me apetece mucho hablar. Para mí, hace tiempo que vi sus 20 mejores conciertos y que salga Tavi Gallart, o que el de la Sala de Ensayo de Grupos Jóvenes de Chamberí monte su show en el palco, no me dice mucho (por no decir nada). Los hits de Alaska y Canut, van a seguir siendo atemporales, yo los he bailado muchísimo y en determinadas circunstancias lo seguiré haciendo, pero, aunque suene duro escribirlo, a veces es mejor dejar un cadáver joven, que el recuerdo se descomponga entre playbacks y colágeno.
De Alcalá Norte ya he hablado, y dejé pendiente, por cansancio a María Escarmiento. Supongo que por que quería despedir el Spring con La Casa Azul. Mis críticos dirán que no hay diferencia entre lo que he escrito de Izal o Fangoria, y lo que puedo decir de Milkyway y su futurismo perpetuado. En todo hay un punto de fenómeno fan (que yo no tengo) que hace que la perspectiva cambie para algunas cosas.
Tengo un buen recuerdo de La Casa Azul, porque sus canciones han puesto BSO a muchos momentos interesantes de mi vida. El último, por ejemplo, en el Low del año pasado. No sé si es casualidad, o no, que como esa vez, ordene la crónica mientras suenan «No hay futuro» o «Hasta perder el control», pero estas cosas pasan.
La gente no entiende que, a veces, las emociones no sé expresan ni riendo, ni con buena cara. No todo es susceptible de ser amado por las mismas personas. Incluso hay veces que un amor intenso se olvida y queda relegado a la nada, como una banda, o la canción que relacionas con ese momento que ya no te gusta tanto haber vivido.
Me aparto solo, para escribir una última reflexión de lo ocurrido estos dos días, y así, no dejar deberes por hacer para mañana. El ejercicio es sencillo: piensas en lo mejor, y una sonrisa, secunda tu pensamiento. Sigues pensando en qué te hubiera gustado haber vivido, con quién y por qué. La literatura tiene la ventaja de que puedes adjetivar las cosas desde tu punto de vista exclusivo. De ahí, la parte psicópata a la que aludía la principio de la crónica (y los que no han llegado hasta aquí, pueden tergiversar).
El arte de observar (no siempre todo lo objetivamente que una crónica requeriría) te permite llegar a experimentar cosas, que quien se limita a regarse el gaznate viendo pasar artistas ante él, o ella, no tiene en cuenta. Debo reconocer, desde este coto semiprivado (hasta que le doy a publicar») que me sigue maravillando que a estas alturas del consumo compulsivo, siga habiendo gente que se toma la molestia de aprenderse la letra completa de una canción.
Veo globos de colores, confeti, bengalas, brillos, saltos… psicológicamente, puedo hasta pensar que este acumule de felicidad compensa muchas cosas en tu rutina. Pero, también, me llama la atención, que antes ( y voy a ser nostálgico), había cierta convivencia festivalera. Hoy hay quienes ligan (porque otra de las frases épicas escuchadas en durante el festival fue de una chica: «yo siempre follo en el Spring») pero si esto es el reflejo de la sociedad, se ha debido convertir en una acumulación de grupos cerrados. Vuelves a casa con la misma persona que sales, no hay uniones, ni apenas debates, o intercambio de sensaciones que no partan de la endogamia y te ayuden a descubrir otras bandas, otros sitios en los que divertirte, o webs en las que informarte, por ejemplo.
Sé que mañana, de las 10.000 personas que lean esto, habrá fans de Izal o Fangoria que me crujan, gente que no dirá nada y otros que me agradecerán la perspectiva, que es eso, una más. Larga pero una.
Pero, como no siempre lo hago, hoy me gustaría cerrar diciendo que es solo eso, un relato de lo que yo viví aquí, en el momento y con mis sentidos. No tiene por qué parecerse a lo que tú viviste, o lo que te hubiera gustado haber vivido.
Y, ya que estoy, voy a confesaros que mi Warm fue duro. Por eso, agradezco enormemente, tanto a la organización como a los medios que me han rodeado, a los músicos que me han entretenido y a la gente que me ha maravillado en el pulso del festival, habérmelo puesto todo tan fácil.
Por suerte, la psicopatía queda en esto, en literatura.
Continuará…
- La crónica del primer día: https://quefas.es/spring-2025-la-noche-de-lo-que-no-esta/
















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