
La primera jornada de Spring Festival 2025, se puede definir como «la noche de lo que no está…»
Paco Méndez, padre de Alejandro, guitarrista de la Lori Meyers, estuvo presente desde que a media tarde me enteré que había fallecido… En esos casos hay una parte egoísta, que no quiere que se suspenda el concierto. Pero, también hay otra parte ética que piensa que la música no es tan importante. Supongo que ahí entra la educación que recibimos, y eso de ver la muerte más como un lamento de lo sufrido, que como una celebración de lo vivido, que es lo que de alguna manera fue lo que Lori Meyers hizo ayer.
Sea como fuere, me influyó, esa reflexión en crudo en medio de eso que debe ser una preparación al disfrute, y, supongo que, por eso, está vez, las etiquetas o las comparaciones estuvieron ligadas a eso, más que a si una propuesta es más rock, o es más pop, o más urbano, o menos.
Sí reducimos todo a la esencia no es difícil simplificarlo todo a la mínima expresión. Y creo que las cosas sencillas, siempre se entienden y se digieren mejor, que el esnobismo recatado al que acostumbran a ser los juicios fáciles de una crónica de primer día de festival.
En ese punto, uno se retrotrae más fácil al hecho de que nunca deberíamos olvidar la trayectoria de todo lo que nos ha llevado a estar donde estamos en este momento. Da igual que estemos sentados sobre un cacho de césped artificial, bailando porque un día es un día, disfrutando sin sentirnos del todo enteros (porque siempre falta alguien), o viviendo las cosas con una perspectiva diferente.
Si miro a mi alrededor, al 80% de gente que hay aquí le gustaría tener 10 o 15 años menos. Algunos hasta deberían querer tener un poco de criterio y respeto por la música. Con tanto espacio, igual los gestores deberían empezar a plantearse «polarizar» esto, como se hace con todo lo demás. Y separar la parte del público de los escenarios por gente que viene por la música y los que van por todo lo demás. Al fin y al cabo, para los primeros, entre los que me incluyo, la convivencia no es nada agradable, si entendemos que un festival es un lujo, sí, por lo que supone para el bolsillo, y por lo que tu paladar exige a cambio, que nada tiene que ver, con la visión del que se toma esto como una especie de despedida de soltero. Y eso, sin entrar a valorar el encanto de cruzarte con gente que pertenece a tu especie, no esos idiotas que ocupan demasiado espacio y tiempo.
Contextualizada la tarde, debo reconocer que musicalmente, no esperaba sorpresas. Me había levantado con la expectativa baja- Pero empatizar con Alejandro supongo que, de alguna manera, me sensibilizó y disfruté como hacía tiempo que no lo hacía. Desde Sidonie, en su transición hacia el catalán, a La La Love You y, lógica, y principalmente con Lori Meyers.
La verdad, no había pensado que tocar tantas veces los mismos hits, los hacen inmejorables e inversionables, porque esta que suena es su mejor versión. Y si la oyes así, si te quedas con esa parte, aprecio lo que «Luciérnagas y Mariposas» ha significado para mí, o que «Carreteras infinitas» me evoque a nuestro baile de otros viernes en la Costa Azul. Ambas bandas son de esas con las que te enfadas y vuelves, porque hay demasiados recuerdos acumulados en las canciones. Y la música, al final, no es más, que el sonido que asocias a momentos concretos que sólo van a repetirse, cuando esos acordes, o esa parte de letra, vuelva a sonar. Y más si suena en directo.
Con Suede tuve un dejavú del pasado Low, aunque me sigue maravillando como Brett Anderson se mueve con 57 springs, no festivales, sino estaciones. Como me pasó el otro día en la presentación del disco de Morrisey que ha escrito Carlos Pérez de Ziriza, por muy repetido que esté el mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor, no es verdad. Me mola viajar al “Suede” (1993), al “Dog Man Star” (1994) o al “Coming Up” (1996), pero han pasado 30 años, y muchas cosas interesantes en mi vida.
También han pasado para que luego, la parte del brillibrilli o las camisas de cuadrilla no las pille bien, igual que eso de grabarlo todo con el móvil… Pero en ese punto mental, soy consciente de que yo hice otras cosas, y las consideraba guays,. La gran diferencia es que yo respetaba a todo el que me rodeaba y hay vociferios y bailes etílicos, que en una lata de sardinas no tienen demasiado sentido.
Supongo que todo esto ya lo sabíais, así que termino con las cosas diferentes que ocurrieron. Casi todo en el escenario 2. Empezando por el conciertazo que se marcaron los Gluu! (Con las Chavalas en primera fila, por cierto). Están de exámenes en la uni, y, en cierta manera tengo la sensación de que se tomaron esta experiencia como si esto fuera uno más… y lo pasaron con nota, sobre todo el de historia con sus guiños versionados. Otra certeza de que la escena alicantina empieza a resurgir.
Jimena Amarillo, tiene un show interesante, que empieza con un cabezudo, tigresas, muñecos de muchas épocas y buena música. Te puede gustar más o menos, pero es buena, y tiene un punto diferente, contagioso y reivindicativo que se agradece por estos lares de letras excesivamente edulcoradas.
Más producto alicantino… Niña Polaca. Supongo que, en parte, «mucho tiempo contigo» ha sido para mí como el siguiente paso de lo que supuso en su momento «Luciérnagas y Mariposas». A partir del hit, he coleccionado unos cuantos temas para diferentes momentos de mi vida. Así que con eso, y unos buenos guitarreros, ya soy feliz. De hecho, en muchos momentos, por simple evocación mental, podría decir que muy feliz, otra vez en la distancia, claro.
Al trap experimental o del tipo que sea no le pillo el punto, pero mira, que algo con esa base rítmica tan funk tenga éxito entre la juventud, es un punto. Ca7riel & Paco Amoroso eran las estrellas de la night y así salieron, con ese aire chulesco, con el culo pegado a una silla y letras que mi lenguaje pureta no logra descifrar del todo. Soy más de la segunda parte del show, cuando se levantaron y empezaron a dispararse luces y saltos del público. Pero, siendo sincero, nos lo habían vendido como un segundo Tanganazo, y creo que la cosa quedó a bastantes cuadras, que dirían los argentinos, de distancia.
Y en otra versión, más acorde con mis gustos en el escenario de Elpozo, debo reconocer que , definitivamente, no soy un talibán antitrap y Cupido si que me gusta. Hasta me emociona en temas como, «la pared», que hace un tiempo que forma parte, también, de la BSO de mi versión moderna.
No sé si fue el cansancio, o la cadencia, pero aunque muchas veces, un festival cree que mientras más ruido mejor es el final, no siempre es verdad. De hecho, Pimp Flaco y compañía demostraron que no tiene por qué ser así. Entre Iphones sin batería y renuncias a determinados privilegios, me di cuenta de que esa pared ficticia que reclamaba, se rompe cuando emerge la humanidad. Explotamos de muchas maneras, cada uno a la suya. En general, nuestro punto de partida de libertad, no suele corresponderse con la insuficiencia que luego «sufrimos» para tratar de alcanzarla.
En un día con tantas emociones, acabé el viernes de Spring, distanciado, con una cerveza observando, con lágrimas, como las que Noni se tragó, sin pasar por sus ojos, cantando un rato antes. Pasan tantas cosas en 10 horas, que si piensas en todas, es lógico acabar con una ventanita abierta y creyendo que otra vida, y otro festival, es posible.
Lo más curioso es que al llorar junto a los restos rotos de la pared, aparecieron los que no habían estado el resto de la noche. Rejuvenecí 10 años, los sentados se levantaron y una cinta de precinto (como cuando cerrábamos los festivales), se abalanzó sobre mi.
Creo que por algunas de estas cosas relatadas, y otras que me guardo para mí, sigo viniendo a los festivales. Y en ellas está el lujo que sí degusto, aunque a veces me enfade por lo que no está, o lo que me gustaría que fuera. Así en «la noche de lo que no está…» el valor real lo puso lo que sí existe. En tu mente, en tu recuerdo, en la manera que lo sientes y en la forma real en la que lo degustas.
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