
Hoy que ha muerto Vargas Llosa, el mundo se ha paralizado.
En días así, me preguntó por qué me dedico a esto. Qué sentido tiene luchar por espacios de creación, por defender libros, músicas, obras de teatro, películas, nombres a veces desconocidos, a veces olvidados, a veces brillantes. Y la respuesta aparece sola: la ilusión que mantiene viva esa llama es encender la radio y escuchar cómo se acumulan historias de agradecimiento a la obra de un artista. Gente que no se conoce entre sí, pero que comparte una misma emoción. Un mismo descubrimiento y omite ideologías y mierdas, para centrarse en lo que una obra en si, le ha aportado a su experiencia vital.
Cada libro puede cambiar una perspectiva, una idea, una decisión. Puede ayudarte a entender tu propio pasado o a imaginar un futuro diferente. La macroeconomía, los aranceles, las elecciones que decidan Trump, Sánchez o Von der Leyen son importantes, claro que lo son. Pero la forma en que los interpretamos, la forma en que nos afectan, la capacidad crítica que desarrollamos frente a ellos… todo eso viene de otro lugar. De un lugar que sólo la cultura y la educación pueden construir.
Hoy muere un solo escritor, y con él se llenan horas y horas de programación, columnas, tribunas, homenajes. Y si eso ocurre con uno solo, ¿qué no harían juntos Cervantes, Sartre, Lorca, Woolf, Bach, Chavela, Shakespeare, Bowie, Buñuel, Pessoa? ¿Qué no sigue haciendo la cultura, cada día, aunque no siempre la veamos? O no siempre pasen de la actualidad para dar pie a estos planteamientos individuales y filosóficos que podemos escuchar hoy.
La perspectiva en la vida la da saber desenfocar. Desconectar, leer y escuchar otras perspectivas y volver a mirar lo mismo desde otro sitio. Aprender a perder el foco para volver a mirar el mundo con otros ojos. Y eso —eso exactamente— es lo que hace la cultura: enseñarnos a mirar de nuevo. A vivir de otro modo. A sentir de otra forma.
Una pena que se tenga que morir Vargas Llosa para darnos cuenta.
Deja una respuesta