• Saltar a la navegación principal
  • Saltar al contenido principal
Quefas

Quefas

  • INICIO
  • AGENDA
  • ¿DÓNDE ESTÁS?
    • ALACANTÍ
    • ALICANTE CIUDAD
    • ELCHE
    • L´ALCOIÀ
    • LES MARINES
    • VEGA BAJA
    • VINALOPÓ
  • ¿QUÉ BUSCAS?
    • ARTE
      • exposiciones
    • CINE
      • Cartelera de Cine de Alicante
      • estrenos
      • series
    • ESCÉNICAS
    • LETRAS
    • MÚSICA
      • EL BUEN VIGÍA
      • FESTIVALES
    • NENICXS
    • SOCIAL
    • TURISMO
      • GASTRONOMÍA
      • Rastros y mercadillos
      • Visitas
  • REVISTA
    • CRÓNICAS
    • DESTACADOS
    • NOTICIAS
    • NOTICIAS CULTURALES
    • OPINIÓN
  • CONTACTO
    • Contacta con nosotr@s
    • Envíanos tu evento
    • Envíanos tus novedades
    • Envíanos tus cartas al director
    • TARIFAS de quefas.es
  • RRSS y SUSCRIPCIONES

La pureza moral no nos va a salvar

21 de diciembre de 2025 por Jon López Dávila Deja un comentario

El viernes leí la entrevista a Molly Roden Winter en eldiario.es con una sensación incómoda pero familiar: esa mezcla de curiosidad, resistencia y juicio rápido que aparece cada vez que alguien decide vivir fuera del carril que damos por “natural”. No porque no lo entendamos, sino porque lo entendemos demasiado bien y tememos que, irónicamente, perturbe esa normalidad de la que renegamos.

La pureza moral —esa idea de que hay una forma correcta, limpia y universal de vivir— no es nueva. Ha existido toda la vida. Y, sin embargo, no hay demasiadas pruebas de que nos haga más felices. El ser humano es curioso por naturaleza, inconformista, sí, pero también profundamente estúpido: defendemos sobre el papel aquello que creemos que nos conviene, hasta que es exactamente eso lo que nos incomoda, nos sacude o nos obliga a mirarnos sin coartadas.

El testimonio de Roden Winter no va, en el fondo, de poliamor, ni siquiera de matrimonio abierto. Va de algo mucho más incómodo: la libertad real. Esa que no se queda en el discurso, sino que tiene consecuencias. Porque la magia —y la amenaza— es que cada persona es, y puede ser, como quiera. Pero la libertad, como los superpoderes de los superhéroes, exige responsabilidad. No una moral abstracta, sino una pregunta concreta y constante: ¿cómo afecta mi decisión a todo lo que me rodea?

Mientras somos individuos “a secas”, parece sencillo. Haz lo que quieras, mientras no robes ni mates a nadie. Como mucho, te incomodara ir a una cena de Nochebuena que no te apetece. Pero justo ahí empieza el problema: ¿qué es matar a alguien? ¿Solo clavar un cuchillo? ¿O también sostener una mentira durante años, apagar una parte de ti mismo, vivir en una renuncia que acaba filtrándose en todo lo demás? Nos responsabilizamos del dolor ajeno —y del propio— sin ser realmente conscientes de cuánto duele, ni de cómo se acumula.

Nuestra respuesta favorita es la omisión. Callar. No decir lo que sabemos que puede molestar, remover o romper una estabilidad aparente. Preferimos la culpa silenciosa al conflicto abierto. Preferimos sostener una vida que no creemos del todo porque nos da de comer, porque nos casamos con ella o, más incómodo aún, porque no queremos perder lo que tenemos. A eso también lo llamamos responsabilidad, aunque muchas veces sea simple miedo.

Por eso la entrevista, y el libro que ya he pedido…. incomodan tanto, No porque proponga un modelo exportable —la propia autora insiste en que no pretende convencer a nadie— sino porque desmonta la idea de que hay una única forma adulta, madura y legítima de amar, criar, desear o construirse. Y porque muestra algo que no encaja bien en los discursos morales: que se puede ser feliz y, al mismo tiempo, pasarlo mal. Que algo puede ser duro y verdadero a la vez.

Nos tranquiliza pensar que quien se sale de la norma lo hace por frivolidad, egoísmo o inmadurez. Es una manera eficaz de no mirarnos. Pero lo que atraviesa todo el relato de Roden Winter es justo lo contrario: una honestidad radical, incómoda, a ratos vergonzante, que no busca épica ni ejemplaridad. Solo sentido.

Quizá el verdadero escándalo no sea tener tres parejas y un marido. Quizá lo verdaderamente subversivo sea atreverse a vivir sin fingir que no pasa nada, sin esconder el deseo, el miedo o la contradicción bajo una moral heredada que nunca firmamos conscientemente.

La pureza moral es cómoda porque no exige preguntas nuevas. La libertad, en cambio, obliga a hacerse cargo. Y eso —como deja claro esta historia— no garantiza la felicidad, pero al menos evita una forma de muerte lenta que llevamos demasiado tiempo normalizando.

Publicado en: Crítica Social, Educación, España, LITERATURA, opinión, Psicología - Sociología, REVISTA, SOCIAL




Síguenos en whatsapp
Síguenos en Telegram

Entradas recientes

  • El talento que, injustamente, no llega a fin de mes
  • La pureza moral no nos va a salvar
  • El primer sarao BAIX TERRA del 2026
  • ¡Al Turrón! el broche de oro a un gran año en Las Cigarreras
  • El Carnaval d’Alacant busca talento local para poner banda sonora a 2026

Interacciones con los lectores

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Quefas © 2025

X