
Que Rafael Berrio tenga que resucitar, 5 años después de su muerte para enseñarnos con voz de maqueta y emulando a un presentador de circo con sombrero de copa, que la utopía es posible… merece un post de escucha y reflexión.
«Buenas noches, muy amables, bienvenidos, bienvenidas, gracias por creer que es posible la utopía… « es el comienzo…
Como verás, la muerte no es escollo para que la irreverencia te agasaje. Y entre lo absurdo y lo sublime de la monotonía de un lunes puedes encontrar un mundo mejor, alcanzable, real y de este planeta.
Cinco años después de su muerte, Rafael Berrio regresa, no como un eco de su obra, sino como una presencia casi mágica. Con su añorada voz, que parecía salir de un espacio ajeno y casi distante en una maqueta improvisada, Berrio insiste en lo que deberíamos sabernos de memoria: la utopía es posible.
La utopía no tiene que darse en una escena perfecta, ni en una sociedad sin conflictos. La verdadera utopía puede ser simplemente la capacidad de soñar, la voluntad de imaginar un mundo diferente, a pesar de todo lo que parece ir en contra. Él no podía saber que Trump volvería, que Rusia y Ucrania llevarían tres años en guerra, y mucho menos todos tus motivos de queja. A pesar de lo cual te recuerda que soñar no es una evasión de la realidad, sino una forma de transitarla con otros ojos.
«Mira el presente, tú que puedes» – parece decir. «Escúchate a ti misma». Y, sobre todo, no dejes de creer en lo imposible, en crear juntos, en soñar sin miedo. La utopía, como la música de Berrio, está hecha de momentos fugaces, de intuiciones, de lo que se nos escapa… hasta que, por un momento, se deja ver.
Y ese es el verdadero regalo de esta canción: la capacidad de soñar, y de hacer que esos sueños cobren vida.
Si te detienes a escuchar esta resurrección musical, sabrás que el regreso de Rafael Berrio es, en sí mismo, una declaración de principios: la utopía no solo es posible, sino necesaria. Y está, aunque a veces tengas dudas, al alcance de todos aquellos que, como él, ni siquiera muerto, han dejado de soñar.
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