
- por Nacho Gª Urios (profesor de Secundaria)
Hace unos años, cuando se elevó a polémica artificial la efectividad del sistema educativo en Cataluña, hablábamos de ir a remolque de una u otra lengua vehicular, de la inmersión en las profundidades de uno u otro idioma, de su carácter local o universal, de motivaciones políticas, de adoctrinamientos, etc.
Me encendía. Implosionaba. Yo, como muchos, estuvimos dentro de ese sistema, pero, como suele pasar en estos casos, nuestras voces suelen obviarse.
Mi experiencia en Cataluña.
A pesar de todo eso, me hice profesor. Y en 2005 comencé a ejercer en la provincia de Tarragona. Absolutamente desprejuiciado y asustado por no dominar bien una lengua (catalán), inicié el apasionante y complejo trabajo en las aulas. A pesar de que el valenciano (clandestino, por el franquismo) era la lengua en que se expresaban mis abuelos.
Su aprendizaje había sido mejor alimentado desde la irregular oferta de nuestra televisón automómica y algunos fascinantes programas de TV3 que desde lo estudiado en el instituto.
Curiosamente, en un sistema perfectamente engrasado – y, en aquella época, rico en recursos-, el aprendizaje de las dos lenguas era perfectamente natural, sin ninguna motivación política, si acaso, cultural. Una escuela con identidad, que acogía a todos los que veníamos de fuera, alumnado y profesorado, y fluía de manera asombrosa.
En mi, ya, larga experiencia, puede que el paradigma de esto que relato se diera en Lloret de Mar, localidad gironina, de entorno precioso pero rendida al turismo barato. Mi instituto concentraba a cincuenta nacionalidades distintas. Allí, bielorrusos, rumanos, moldavos, marroquíes, brasileños, argentinos, etc. eran capaces de hablar un fantástico catalán en las aulas y fuera de ellas un perfecto castellano. Me fascinaba verlo y, desde mi humilde opinión, eso no puede más que considerarse como un éxito rotundo de su sistema educativo.
El regreso a Alicante
Cuatro años más tarde volví feliz a Alicante, a mi ciudad, a la, en aquella época, poderosa Comunitat Valenciana. Con una Conselleria d’Educació mucho más precaria y en guerra con sus profesionales, siempre tuve la esperanza de que, tarde o temprano, sabríamos apreciar las virtudes de nuestros vecinos, copiarlos sin rubor y comenzar a cuidar nuestros activos históricos y culturales. Pero pronto comprendí que eso no pasaría nunca. Y desgraciadamente, el tiempo me ha dado la razón porque quince años después, seguimos de mal en peor.
En lo que se refiere al tratamiento de lengua en los centros educativos, en una zona eminentemente castellanoparlante, todavía se ofertaba una maltrecha y semienterrada “línea en valenciano”. A pesar de lo cual, ni se podía cursar en todos los centros, ni era fácil acceder a ella.
(Es importante recordar en qué contexto histórico y político respirábamos para comprenderlo mejor : época de despilfarro de dinero público, con Canal 9 repleto de telebasura, debilitada, desprovista de importancia, directa a la desaparición).
Tras el Botànic…
Tras la victoria del “pacte del Botànic” se intentó revertir de golpe todo el maltrato anterior a una lengua minorizada, en serio riesgo de desaparición en ciertas zonas.
Entiendo la reacción de aquel gobierno, pero tuve y sigo teniendo mis dudas sobre si fue una buena decisión. Creo que se “comercializó”, se concretó de manera brusca , sujeta a porcentajes y a cuotas relacionadas con el aprendizaje del inglés y otras ventajas para aquellos que apostaran por la lengua valenciana. Fueron los centros educativos (sí, están ahí) los que votaron y decidieron, pero las motivaciones de la ley no fueron bien entendidas por las familias .
El Partido Popular retomó su libreta oportunista y tomó nota: familias enfadadas, elección de la lengua, independentismo catalán, libertad educativa,… Y la guardó, esperando su momento.
Y, aquí estamos, justo en ese extraño momento. Utilizando los mismos tiempos, todavía celebrando la victoria electoral, nacía la Ley de Libertad Educativa.
La nueva ley
Quién más o quién menos, algo sabe de la ley. Las familias saben que en nombre de sus hijos pueden “elegir” la legua base del proceso de enseñanza-aprendizaje. Dejando a un lado la politización extrema, los deseos verbalizados y gritados a los cuatro vientos sobre la desaparición del valenciano, etc.
Creo que es importante que se conozca la visión de los profesionales de la educación, de los que vamos a cumplir los deseos familiares y certificar la brillante idea que cree haber tenido el nuevo Consell.
Desde el principio, no hemos podido opinar en las aulas, no hemos podido aportar nuestra visión profesional ni establecer un debate respetuoso en el que se puedan analizar los posibles beneficios o inconvenientes de una educación bilingüe. Se nos ha ordenado ser meros transmisores de información y no poder ser críticos, condición necesaria para ser profesor, no lo duden.
Por otra parte, la ley puede suponer un descomunal caos organizativo en algunos centros. La nueva “ley de libertad educativa” pasa por encima, arrasa, cuestiones básicas, cruciales para una convivencia adecuada y garantiizar el aprendizaje en las mejores condiciones posibles. La lengua marca la configuración de los grupos, elimina nuestras decisiones sobre necesidades educativas, afinidades, incompatibilidades, alumnado disruptivo, alumnado con necesidades educativas especiales ( lo cual colisiona con la ley de inclusión).
En centros en los que convivan ambas lenguas, no todas las familias tendrán las garantías de que la lengua elegida por sus hijos sea en la que reciban la enseñanza, a pesar de que exista un grupo conformado.
El debate, no ha calado en el alumnado, repiten algunas ideas escuchadas en casa, su preocupación y la de muchas familias pasa por conocer la lengua que votarán o no sus amistades más queridas. Y según eso, elegir su voto.
Sin embargo, esta semana, muchas familias nos han querido tener en cuenta nuestra opinión. Hay sensación de confusión, de falta de información, de falta de criterio para tomar una decisión así. Una persona muy cercana a mí, también del ámbito educativo, recogía la opinión de la madre de uno de sus alumnos: “ Yo soy médico, no me imagino a nadie que venga a verme y no me pida opinión sobre algo que conozco bien”. Tampoco elegimos sobre que decisión tomará o no sobre nuestra salud.
No encontraremos muchos expertos en pedagogía que puedan negar los beneficios de una educación bilingüe: mayor facilidad para el aprendizaje de otras lenguas, mejora en el desarrollo cognitivo, flexibilidad en el aprendizaje, habilidades sociales, etc. Sin embargo, aquí estamos, en 2025, aceptando el disfraz de familiar experto en didáctica, celebrando la más que posible desaparición del uso cotidiano de la lengua valenciana en gran parte de la provincia de Alicante, aplaudiendo ningunear parte de nuestra cultura y raíces, mirando hacia otro lado cuando ni equipos directivos, ni profesorado de los centros educativos ha participado en una decisión tan importante, tan decisiva,
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