
Imagina desaparecer nueve meses. Nada de WhatsApp, ni llamadas, ni reuniones interminables que podrían haber sido un correo. Nada de compromisos sociales que no te apetecen pero que aceptas por inercia. Nada de pensar qué hacer el fin de semana. Nueve meses en los que la única agenda es permanecer esperando en la Estación Espacial Internacional: flotar, mirar la Tierra desde arriba y esperar a que alguien decida que ya es hora de volver.
Los astronautas de la misión Crew-9 han regresado después de más de nueve meses en el espacio. Y sí, seguramente la readaptación a la gravedad sea dura, pero, ¿te imaginas el descanso mental que han tenido?
Nueve meses, que no estaba previsto que estuvieran ahí… trasládalo a un periodo sin redes sociales, sin el ruido de la ciudad, sin la presión de contestar mensajes al momento. Solo tú, una tablet llena de libros que nunca encontraste tiempo para leer, todas esas series y películas pendientes que en la Tierra nunca acabas porque el día no tiene suficientes horas, y un margen de error que en la vida cotidiana es un lujo: si algo se retrasa, simplemente se retrasa.
Podrías estudiar esa carrera que nunca te atreviste a empezar. Aprender a tocar un instrumento. Reflexionar sin prisa. Dormir siete u ocho horas diarias, sin despertadores, sin tráfico, sin prisas. Solo flotar e ir a tu puta bola.
¿Se acabaría el mundo si desapareces nueve meses? Pues parece que no. La NASA decidió dejar a Suni Williams y Butch Wilmore en el espacio mucho más de lo planeado, y el mundo siguió girando sin ellos.
El regreso, eso sí, debe de ser un golpe de realidad brutal. Volver a la rutina terrestre, a los 9 meses de correos sin responder, a las colas en el supermercado, al tráfico, a los plazos. Pero, ¿y el respiro que se han tomado? No suena tan mal quedar ‘atrapado’ en el espacio. Casi dan ganas de apuntarse a la próxima misión.
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