Un festival es, básicamente, un sitio en el que pasan cosas. Normalmente, buenas, porque estás desinhibido y tienes una perspectiva particular de todo, ya que el contexto, en si mismo, te hace bajar la guardia y se dan ciertas coincidencias entre un alto porcentaje de los presentes, que en otras tramas de la vida no suelen darse.
Si a eso le sumas el condicionante del tercer día, el juego de las percepciones es mayor, porque combinas cansancio y algo de saturación. Y te sientas, a descansar, en un sitio determinado, en un momento concreto. Y a estas alturas sabréis que yo no creo en las casualidades. Porque si analizo mi vida, gran parte de las cosas buenas que me han pasado han empezado entorno a un concierto.
Se podría decir que el guion de mi existencia exige una BSO determinada. Más que una película, se parece más a una serie de capítulos musicados descubriendo bandas nuevas mientras el texto se escribe sólo e improvisadamente. Y de todos esos micro-momentos, sale la historia del domingo:
Mi secuela del Low 2024 empezó con La 126, un power-trío ilicitano que venía de ganar el concurso Emerge de Vibra Mahou. Las chicas van acumulando bolos y en ellos, aprovechan para redondear su propuesta con cada vez más rabia guitarrera.
Era cuestión de tiempo verlas en el escenario de un gran festival y se estrenaron, nada menos, que en el escenario principal. No creo que tarden en repetir, porque transmiten frescura, tienen margen de mejora y gastan un desparpajo que recuerda a lo que Dover, Cycle o Belako supusieron en otras épocas. Así que, personalmente, creo que es un orgullo que estas chicas representen a la escena alicantina.
Me quedé hasta el pogo y el cierre con «cataclismo», lo que supuso que llegara tarde al sarao de La Plazuela. El Indio y el Nitro, también, tienen una propuesta muy diferente a la del resto del Line Up del festival. Tienen matices diversos, que van de Triana al funk, pasando por el toque flamenco rumbero, escalas urbanas, tonos de pop luminoso, ratos de electrónica, un buen juego de audiovisuales que ayudan a dar matices a lo que proponen y un toque descarado y desafiante que levantó al público con lo difícil que es hacer eso un tercer día de festival con el sol picando.
Pero si se trata de coleccionar momentos, imagino que el primer capítulo real de la serie imaginaria, fue el viaje al verano del 2013 que me supuso ver, de nuevo, a Crystal Fighters. Por poneros en contexto, aquel verano curraba dejando los jardines, más o menos, como el escenario que montaron Sebastian Pringle y compañía. Sin txalaparta, pero con muchos colores y olor a hierba recién cortada. No sé si alguna vez habéis segado un césped. Creo que es lo más parecido a meditar. Repetir un ejercicio induce a un extraño modo de consciencia en el que tus ojos y tus oídos se abren de par en par. Y en esa época, tenía uno de esos mp3 de entonces con una lista que, como el concierto, empezaba con «Hola, me llamo Mimi ¡I love London!».
Éso convertía la rutina en pura felicidad, porque la vibración del Cortacésped encajaba más o menos con el ritmo acelerado de «Love Natural», «LA Calling» o «You & I» . Luego, coincidió con que los navarro-londinenses se pasaron todo el verano saltando por los carteles de los festis que yo iba viendo, así que me hizo una ilusión especial rejuvenecer 10 años, porque esa sensación de paz se fue repitiendo luego con La Casa Azul (que tenía otra carpeta en mi mp3) o con El Columpio Asesino (que también tenía la suya).
Niños Luchando es electrónica, también, pero más oscura y con otros matices. Los granadinos tienen una puesta en escena interesante y el disco «Territorio» fue un buen descubrimiento del año pasado, que en directo suena igual de bien. En el contexto erótico-festivo de un festival resulta curioso, y, la verdad, me gustaría volver a verlos en una sala, con algo más de repertorio.
Llegó el punto de inflexión de la noche, porque no me apetecía mucho ver a Carlos Sadness. Pero en una de esas benditas casualidades, pasé por primera vez en los 3 días por el escenario de los dj´s y estaba por allí Madbel (a la que le debo una crónica) montando una juerga potente con los Second dj´s. Debo reconocer que habiendo música en directo paso de «pinchadiscos», pero hay excepciones y los murcianos, al margen de pistas pregrabadas, tenían una caja electrónica y a Madbel animando el cotarro, así que por simple curiosidad me quedé por ahí preguntando al personal cosas mías, ensimismado y sin darme cuenta de que hordas de Lowers estaban llenando el Escenario 1 para ver a Arde Bogotá.
Había visto a los de Cartagena en el Spring, en Murcia, en Área 12 el año pasado… y, la verdad, es que no tenía el cuerpo para tumultos. Así que me senté en un sillón chill para dos culos, del escenario de Radio 3 a redescubrir a El Buen Hijo. No me acordaba, pero rebuscando en mis blogs de notas, vi que hace 6 o 7 años los vi en La Sala Maravillas de Madrid con Detergente Líquido.
Digamos que venía en modo «¿y ahora qué?» abierto al costumbrismo pop, de letras cotidianas, dispuesto a ver otro concierto sólo. Pero, de repente, entiendo que la casualidad dibujó el segundo capítulo de la historia de la noche. Una chica me pidió, educadamente, permiso para llenar el hueco libre de mi sofá. En otro momento, no me hubiera sentado, si lo piensas no te has cruzado antes, ni tampoco lo hicimos después, ni en el Spring (en el que me contó que estuvo)… pero entre palmas y «hombres del tiempo» entablamos una conversación. A lo largo de 3 días, incluso yendo solo al festival, hablas de muchas cosas con mucha gente, pero sólo dos o tres, a lo sumo, tienen trascendencia. En la mayoría de los casos se queda ahí, en el cajón de surrealismo platónico porque estoy currando y cuando no aparento ser maleducado mirando el móvil, tengo que salir corriendo al foso, o aparece gente que te conoce y esas cosas típicas que pasan en los festivales.
Pero no, mira tú por dónde, el poder asociativo, fijó ese momento como único y me dejaron ver el concierto entero y, más o menos, terminar la conversación. Sólo fue eso, o no… pero cuando uno ha acumulado demasiados recelos, el gesto más simple, es el mejor.
Es verdad que pasar sólo el resto de la noche ayuda a magnificar las cosas. Y más si después de eso, te vas a despedirte de Niños Mutantes, con la cabeza algo «errante» todavía. Los granaínos han protagonizado algunos de los ratos buenos que he vivido en los últimos 10-15 años de mi vida. Seguramente, su mejor época pasó y por eso se van. Pero dejan un buen legado de momentos y canciones. Yo prefiero los que he vivido en petit-comité, en el teatro ó en el Classics, por eso, preferí pasar página e irme a ver uno de los conciertos del finde, otra vez, en el Escenario Radio 3.
Es inevitable que los pocos que quedamos haciendo crónicas nos repitamos, y ya sabéis que una de mis frases recurrentes es que: si es americano, y tiene guitarras, siempre es interesante. Y Night Beats demostró que, en parte, éso es un hecho. Yo los había visto con Tarek Wagner de bajista. Danny «Lee Blackwell» Rajan tiene pinta de ser tan psicodélico como la música que compone, pero eso no es importante para juzgar lo que hace, que en el contexto festival pop, los rockeros agradecemos enormemente. Las bases de bajo son contundentes, dignas de una jam envolvente, que la guitarra matiza desde la suciedad más absoluta. Obviamente, la batería se adapta al concepto y de él salen maravillas como «Puppet on a string» o «New day», que como, también, suele ser habitual en las bandas americanas, suenan mejor en directo.
Reconozco que mi domingo iba a acabar aquí, pero el punto fuzz psicotrópico y las coincidencias, me llevaron al foso del concierto de La Casa Azul. Hacía tiempo que no veía a Milkyway y compañía, aunque, como os he dicho antes, formaban parte de mi particular repertorio de poda y plantación. Y el comienzo de concierto con «No hay futuro» y «No más Myolastan» fue como un despertar de endorfinas, que me hizo saltar del foso, a la pista… y me puse a bailar. Sí, a veces lo hago, y si me cantan «Esta noche cantan para mí» algo raro les pasa a mis dos descoordinados pies izquierdos, sin necesidad de ansiolíticos ni sonrisas fingidas. He ahí un tercer momento, el calor, la electricidad que guardas para cuando los días sean más grises y necesites ciertos estímulos que te lleven a dar al play para trasladar allí las partes de todo ésto que sólo pasa en un festival.
Y ya que estaba, pues me despedí también de El Columpio Asesino. Me había jurado que el del Magma iba a ser el último, porque sin Dani Ulecia, algo falta… pero hay cosas inevitables y aunque la «toro»fobia los arrancó de mi vida, siempre será mi primer gran descubrimiento en aquella noche de Bukowski en la que me colé, y en las sesiones gaztetxeras que me los encontré.
El bolo, fue una sucesión de «hits» de una vida. Cristina Martínez anda más desinhibida que en otras épocas y hay pocas sensaciones comparables a la que a mí, personalmente, me provoca, escuchar el «ahhhhh» que precede al ritmo de batería que abre «Perlas» (mi favorita), mientras Álbaro Arizaleta deja correr la estrofa y empieza a cantar eso de «han sido tantos los errores acumulados que podría hacerme un collar…» creo que la mística, trajo a Ulecia a susurrar el «concédeme tregua hoy» y, mira por donde, hasta a mí se me escapó alguna lágrima, al fin y al cabo, animales somos todos (con y sin collar).
El fin de fiesta, o como dijo Nerea: «el último concierto del Low 2024», fue el de Lady Banana. Es curioso que el círculo del domingo lo abriera La 126 y lo cerrara este dúo de zaragozanas. Otra evidencia de que el Escenario Radio 3 fue, con diferencia, el mejor Stage del Festival. Y que cada vez hay más bandas de chicas arrasando.
Son dos y se sobran. Casi me atrevería a decir que Nerea es la mejor guitarrista de todos los «seiscuerdistas» que han pasado por el Low. Porque vale de bajo, de pedalera, de Frank White y mucho más. Molan porque tienen rabia acumulada, porque se saltan los estereotipos, porque se sienten cómodas cantando en inglés y porque poco a poco, van acumulando buenos temas en su repertorio.
Después de eso, pasaron muchas cosas más. No me preguntéis cómo, pero sin pulsera VIP, acabé remojado con ropa en la piscina de la VIP Pool, bebiendo palomas de tequila y celebrando que todo había salido bien.
Hoy, tengo cierta nostalgia, algo de resaca emocional, echo de menos a la que ha sido mi familia de fotógrafos y comunicadoras estos 3 días y sigo asimilando algunas de las cosas que no piensas si no las escribes.
La temporada y la terapia lowera acaban aquí. El jueves salen las primeras entradas para la aventura de 2025 en Benidorm (del 25 al 27 de julio), nada menos que la del 15 aniversario . Estaremos atentos a confirmaciones, pero está claro que les va a costar estar a la altura de todo lo bueno que han planteado este año.
Y por si no lo habéis leído os dejamos:
- La crónica del viernes – «Las camisas ya las habéis traído»
- La del sábado
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