
Cuentan que un día hubo un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible.
De pronto, el jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí… en dirección contraria, es decir, hacia el fuego.
Le extrañó sobremanera, pero no quiso detenerse. Al instante, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección.
Pudo observar este ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues le parecía un comportamiento harto estrafalario:
- ¿Qué haces colibrí?, —le preguntó.
- Voy al lago, —respondió el ave— tomo agua con el pico y la echo en el fuego para apagar el incendio.
El jaguar se sonrió. —¿Estás loco? —le dijo—. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo con tu pequeño pico tú sólo?
- No, yo sé que solo no puedo, pero esta selva es mi hogar… Me alimenta, me da cobijo a mí y a mi familia, y le estoy agradecido por eso, lo ayudo a crecer polinizando sus flores. Yo soy parte de este bosque y él es parte de mí. Yo sé que solo no puedo apagarlo, pero tengo que hacer mi parte.
- Bueno —respondió el colibrí— yo hago mi parte… Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.
Las abuelas guaranís contaban esta historia a sus nietos concluyendo: “¿Quieres atraer milagros a tu vida? … Haz tu parte”.
Más sobre los colibríes
También conocidos como quindes, tucusitos, picaflores, chuparrosas o huichichiquis, los colibríes son aves originarias del continente americano, con más de 340 especies distintas. Con una esperanza de vida de entre 12 y 18 años, estos pequeños pájaros consumen su propio peso en néctar al día. Además, sus principales características son el latido de su corazón, que va de 500 a 700 veces por minuto, y su aleteo constante, ya que realiza 200 batidos de ala por segundo, lo que les permite estar suspendidos en el aire.
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