
Los consumidores se preocupan por su alimentación, pero, en la mayoría de los casos, no lo suficiente como para exigir cambios reales en el etiquetado de los productos que compran. Según un estudio de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), el 90% dice estar preocupado por lo que come, pero solo siete de cada diez leen las etiquetas, y muchos de ellos no las entienden o simplemente no se fían.
El 45% considera que los términos usados en los envases son demasiado complejos, un 30% dice que las etiquetas generan confusión, y más del 13% directamente cree que la información no es creíble. Pese a ello, los consumidores siguen comprando productos con envoltorios de plástico innecesario y aceptando etiquetas engañosas escritas en letra minúscula.
Mientras tanto, la industria alimentaria sigue utilizando estrategias para ocultar información clave en sus productos, priorizando el marketing sobre la transparencia. Se usan términos técnicos que pocos entienden y se destacan beneficios irrelevantes para distraer de ingredientes poco saludables. Todo esto dentro de envases de plástico excesivo, que terminan acumulándose en vertederos y océanos.
El intento del Gobierno por mejorar la información con el sistema Nutriscore en 2021 tampoco ha funcionado del todo. Este sistema, que clasifica los productos con colores y letras según su calidad nutricional, ha sido criticado tanto por la industria como por los consumidores, ya que ofrece resultados contradictorios: penaliza productos como el aceite de oliva mientras que otros ultraprocesados reciben mejor puntuación.
El problema de fondo es evidente: el consumidor medio se deja llevar por la publicidad en lugar de exigir etiquetas más claras y envases sostenibles. Las empresas seguirán poniendo la información en letra pequeña y llenando los estantes de plástico mientras no haya una verdadera demanda de cambio.
Si de verdad nos preocupáramos por nuestra alimentación y el medio ambiente, no solo leeríamos las etiquetas, sino que también rechazaríamos productos con información engañosa y envases innecesarios. Pero parece que, por ahora, preferimos la comodidad a la transparencia
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