
El Ayuntamiento de Elche, la Diputación de Alicante y la Generalitat Valenciana han hecho numerosos anuncios sobre inversiones en la ciudad, pero la realidad de los números es bien distinta. Mientras el equipo de gobierno de Pablo Ruz se dedica a grabar vídeos y presentar promesas, sus políticas liberales y la sintonía con Vox apenas han supuesto cambios significativos en materia de inversión pública.
Uno de los grandes compromisos electorales de Carlos Mazón en 2023 fue la implantación de un tranvía que conectara Carrús con la Universidad Miguel Hernández (UMH) y el Parque Industrial de Torrellano. Se hablaba de una inversión cercana a los 200 millones de euros, pero la realidad es que la Generalitat solo ha destinado 100.000 euros para un estudio del proyecto. Además, lo que se plantea no es un tranvía con catenarias y rieles, sino un autobús de alta tecnología. La diferencia entre la promesa inicial y la inversión real es evidente.
La visita de Mazón a Elche para la firma del protocolo se realizó bajo estrictas medidas de seguridad y sin admisión de preguntas, en un ambiente tenso. No hubo protestas masivas, salvo el lamento solitario de una mujer. Es sintomático que el presidente de la Generalitat evite situaciones de contacto con la ciudadanía.
El Palacio de Congresos de Elche se ha convertido en el eterno proyecto que nunca llega, una promesa repetida hasta el hartazgo que encarna la parálisis institucional y la falta de visión estratégica para el desarrollo de la ciudad. Mientras otras localidades avanzan en infraestructuras clave para dinamizar su economía y atraer turismo de calidad, Elche sigue atrapada en un bucle de anuncios, trámites y demoras que solo generan frustración y descrédito. La incapacidad de las administraciones para concretar una obra esencial no solo frena el crecimiento del sector congresual y empresarial, sino que condena a la ciudad a perder competitividad y oportunidades que difícilmente se recuperarán si no se pasa, de una vez por todas, de las palabras a los hechos.
Elche sigue siendo la gran olvidada en materia de transporte público, mientras que Castellón, Valencia y Alicante cuentan con tranvías plenamente operativos. Con 240.000 habitantes, la ciudad sigue sin infraestructuras clave que faciliten su desarrollo. En las últimas décadas, solo dos hitos han marcado la evolución de la ciudad: la creación de la UMH, impulsada por Eduardo Zaplana, y el Parque Industrial de Torrellano, que es hoy un referente empresarial. Incluso la empresa de cohetes PLD Space, con proyección internacional, se ha convertido en emblema del tejido industrial ilicitano.
Mientras tanto, el supuesto tranvía implicará una remodelación completa de la avenida de la Libertad y la del Ferrocarril, con la duda de cómo y cuándo conectará con el aeropuerto de El Altet. El alcalde Pablo Ruz ha insistido en la transformación de la avenida de la Libertad, diseñada como un bulevar y hoy convertida en una vía saturada de tráfico. No hay novedades sobre la Ronda Sur, paralizada desde 2015, ni sobre la mejora de la carretera de El Altet o la conexión entre Elche y Santa Pola.
En cuanto a la rehabilitación del Mercado Central, las obras ya han sido adjudicadas, eliminando el mercado provisional en la ladera del río Vinalopó (esperemos que tarden menos que las del MUPE). Surgen críticas por la ausencia de un parking subterráneo, pero la cercanía entre el mercado provisional y el definitivo apenas lo justificaría. Las dudas sobre las ruinas arqueológicas también se han disipado tras diversos estudios previos. Ruz sigue adelante con el proyecto, pese a las reticencias de la oposición.
Finalmente, la reciente designación de Blanca de la Torre como directora del IVAM ha pasado desapercibida, reflejando el escaso interés del actual Consell en la gestión cultural. Los cambios en la dirección de este organismo, que en otros tiempos generaban un gran debate, ahora apenas suscitan reacciones. Los cines Odeon y L´Escorxador tienen programaciones con un mínimo de criterio, mientras La Llotja, Los Barrios y el Gran Teatro mezclan grandes propuestas con auténticas mierdas infumables. De IFA, mejor no hablar. Lo mismo se puede decir del intermitente Centro de Congresos. No hay una agenda pública y se tiende a contraprogramar la maravillosa labor de lo que hacen colectivos como La Carretilla o espacios militantes como La Cuna o El Refugio del Poeta.
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