Todo suceso, tiene un trasfondo ético. Y, a medida que las imágenes de la tragedia de la provincia de Valencia se acumulan en mi televisión, y sube el número de víctimas, me pregunto cómo deberíamos tratar todo lo que hay en medio del tránsito entre la previsión y las condolencias de después.
Sé que no es políticamente correcto culpar a nadie (con la que está cayendo), pero sí creo que debemos poner sobre la mesa el hecho de que, al menos, convendría que nos preguntáramos hasta qué punto es importante que un paquete te llegue a tiempo, o que una tienda esté abierta a las 21.00h o ir al gimnasio, en un momento en el que ya han empezado a llegar mensajes a tu teléfono recomendándote que no salgas de casa.
El trabajo ejemplar de Aimar Bretos abriendo una línea de teléfono, en la Cadena Ser, para que la gente pudiera ser localizada, deja de manifiesto que, por un lado, las notificaciones – en la mayoría de los casos – llegaron tarde. Y que un alto porcentaje de la gente que llamaba, podía haber evitado estar dónde estaba porque su presencia ahí no era tan imprescindible, a pesar de lo cuál, fueron obligados a ir a trabajar, cuando había una alarma manifiesta que les instaba a quedarse en casa. Hecho que abre otro melón: saber hasta dónde llega el derecho del trabajador o para qué sirven todas esas políticas que las empresas se jactan de «cumplir».
Lo más irónico es que hoy, esas mismas empresas se apresuren a sacar comunicados de condolencia, cuando son responsables de una parte de esa contingencia, por que aunque el mensaje de la Comunidad Valenciana llegara tarde, eran múltiples las evidencias de agencias metereológicas que acumulaban informes al respecto. Igual que otros avisaban del riesgo de especular con construcciones en sitios poco convenientes que hoy todo el mundo se escandaliza al verlos caer.
Conviene no olvidar, también, que, a todo esto Carlos Mazón tardó apenas cuatro meses en deshacerse de la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) que había puesto en marcha el denostado Botànic. Para quien no lo sepa, este era el órgano encargado de garantizar la rápida intervención, en cualquier lugar del territorio, en caso de emergencias de origen meteorológico o sísmico, extinción de incendios forestales y maremotos. Y eso, sin entrar a valorar todas las restricciones, y las quejas, que en los últimos meses se han ignorado -porque también salen caras-, en torno a la situación de la Sanidad Pública, la cantidad de policías, bomberos o los psicólogos que hoy echaremos de menos, como si la pena por su ausencia fuera algo puntual o limitado al duelo.
Si te parece poco, Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante (UA), ahondaba, también en la radio, en resaltar esta mañana que, como otras cosas solapadas por cantidad de basura anti-informativa, esta era una prueba inequívoca más del cambio climático que muchos siguen negando.
La consecuencia es que hoy estamos viendo como se mezclan las imágenes de familias humildes llorando pérdidas, seguidas de lazos negros en solapas de gente que tiene un punto de responsabilidad en lo sucedido. Y, a veces, todo es tan sencillo como empatizar desde una cuestión tan simple como: ¿Qué harías tú ceporro encorbatado? ¿Saldrías con la que caía? ¿Te arriesgarías a desafiar las predicciones de los metereólogos aunque no siempre acierten? ¿Perderías unos euros de tu nómina por ponerte a salvo?
Pues esa es la cuestión. Porque los que han vuelto a casa saltando coches, sí. Lo que no quieres para ti, no se lo debes exigir a nadie. Porque nadie va a ser más infeliz porque no haya llegado el disfraz de Halloween de su hija, o porque hoy tenga que comer legumbres de bote porque no hay servicio de entrega a domicilio.
Hoy todos buscamos canales oficiales que, en nuestro día a día ignoramos. Hoy sí son importantes las fuentes. Y también importa la política, el contexto, que la imagen sea fidedigna y los porqués. Las prisas, y primar la risa por delante de la evidencia tienen estas consecuencias. Es duro decirlo, y triste que sea así de claro. Pero, a veces, no hay que esperar a ver la tragedia, ni llorar después de visto. Vale con aportar una pequeña dosis de (auto)crítica a lo que vives y no olvidar nunca cuáles son tus derechos. Igual así a todos nos quedaría más claro, lo que es importante, lo que es innegociable… y lo que no. Y, qué valor tiene cada cosa, en realidad.
Manon dice
Estoy de acuerdo con todo lo dicho en este artículo, creo que faltaría añadir que el factor de construcción en las zonas inundadas está también al origen de esta catástrofe.